miércoles, 4 de julio de 2012


“Sobre POROS no hay nada escrito….” (salvo, “El Banquete” )(*)
Dice Platón, en el Banquete, bajo la voz de Socrátes, quien a su vez refiere una conversación antes mantenida con Diotima (una criada o pastora, no recuerdo esto muy bien), el amor, Eros, es hijo de Poros – la prosperidad – y de Peña, la pobreza, de ahí que se trate de una entidad intermedia, un deimon, o un genio, por tener en su herencia, carácter divino y mundano, o inferior. Unos pasajes más adelante, en esta obra, compara a la riqueza, a la prosperidad, Poros, con el conocimiento, y al amor, Eros, con el filósofo. Dice, en ese sentido, que el filósofo, al igual que Eros, posee en sí mismo esa doble condición, por un lado, ese carácter divino, esa riqueza, esa prosperidad que está en su sed de conocimiento, pero la misma no es plena, es incompleta, está eclipsada por esa otra condición de pobreza que se refleja en lo que le falta por conocer, y se traduce en esas preguntas, esas cuestiones que surgen en su espíritu. Agrega que si fuera totalmente ignorante – comparando la ignorancia, claro está, con la pobreza – no surgirían en él, preguntas, cuestionamientos, indagación; del mismo modo, si fuera totalmente sabio, si lo conociera todo – comparando así al conocimiento con la riqueza – no cuestionaría más nada.
Por alguna razón, o en realidad, por muchas, demasiadas, o quizá, la misma, la que se repite, la que se presenta siempre del mismo modo, como un obstáculo, como un límite, o una sombra; me siento identificada con esta imagen, con esta naturaleza, con este carácter erótico del filósofo. Estoy siempre buscando, o quizá, las circunstancias que surgen de mis acciones, esas acciones que, a su vez son el resultado de mis capacidades y de mis inquietudes espirituales; todo ese movimiento, todo eso, me pone en contacto con la riqueza en todo sentido, la riqueza material, a veces, la riqueza a nivel espiritual o artístico, otras. Sin embargo, no llego nunca a pertenecer completamente a ambos mundos, ni al de la riqueza patrimonial, ni al de la riqueza intelectual, espiritual, o artística. Siempre, tarde o temprano, se presenta la pobreza, insistiendo en revelarse, como reclamando, de algún modo, su madrinazgo de mí.
Es innegable, evidente, que me sobran condiciones, o, desde un punto de vista metafísico, me sobra energía, fuerza de voluntad, sabiduría, para entender sobre muchísimos aspectos de la vida. Eso hace que, de pronto, convivan en mí, conocimientos sólidos en muchas áreas del conocimiento, desde las ciencias exactas, hasta las humanísticas, como así también, tenga bastante talento artístico para haber podido abordar distintas disciplinas, las artes plásticas, la literatura, el teatro, la música, y a todas ellas, hacerlas bastante bien, aunque, en este punto, mi talento se refleja más claramente en la literatura, disciplina en la que me hallo mucho más cómoda que en otras. Pero, en todo, todo lo que hago, en todo lo que me ocurre, siento que me falta algo. En la música, por ejemplo, no se trata de conocimientos, ya que, si bien, nunca me pude dedicar a fondo a esta disciplina, siento que poseo conocimientos bastante sólidos, complejos, al igual que, grandes condiciones auditivas. Pero no llego a cantar del todo bien, menos aún, a tener un dominio fuerte sobre el instrumento. Del mismo modo me ocurre con la pintura. En cuanto al teatro y la literatura, aquí han sido más los logros que las dificultades,  aun así, en esta última disciplina, por ejemplo, aunque ha sido hasta ahora la que más dedicación le dispensé, no llego a tener un nivel para obtener un premio importante, y nunca pude hasta ahora, acceder mediante certámenes, a muy buenas publicaciones.
Del mismo modo  ocurre en mi vida. No me falta nada, pero mi casa es el fiel reflejo de mi persona, o al menos, de cómo está mi persona hoy. Dentro de ella hay todo tipo de objetos, puedo decir que, si bien, no hay de sobra, mi casa está abastecida con todo tipo de artefactos electrodomésticos, además de poseer cantidades abundantes de libros, de películas, de música. Sin embargo, la casita se está deteriorando a pasos agigantados sin que hayamos podido, hasta ahora, hacerle una mejora importante, ya que, cada vez que hemos tenido dinero, el mismo se terminó, prácticamente, esfumando, sea, debido a estafas o a compromisos o a beneficios para los hijos, a la compra de instrumentos musicales, o lo que sea. Lo mismo ocurre con mi salud y mi aspecto personal, que a veces, mejora, otras empeora, pero nunca logro que esté del todo bien. En cuanto a mi pareja, si bien, en algunos aspectos es una persona bastante culta, tiene muchos rasgos marcadamente negativos, o que reflejan poco refinamiento, tiene algunos hábitos que, francamente, detesto, a veces, en  fin, para qué seguir dando detalles, se entiende, ¿verdad?
Siento, en síntesis, que en todas estas cosas, en toda esa suerte que luego se va diluyendo o lisa y llanamente, truncando, en todos esos contrastes, está presente Poros, pero, seducido por Peña, como en la noche del banquete aquel en el que lo seduce, lo engaña, borracho, y conciben a Eros. Entonces  hay Poros, aquí, Poros, allá, Poros por todos lados…. En el marco de la ventana, donde se filtra la humedad todo el tiempo, en mis interpretaciones musicales en vivo, ante una audiencia, en el amor que se presenta con algún poro o algunos poros inmiscuyéndose, bajo la forma de parejas de años, incluso, ambas, la suya, la mía, tienen en común esos mismos poros de rudeza, de poco refinamiento, hasta de poca altura o, no sé… Espero que los poros, que a todo esto, ya están ganándole al techo del lavaderito y a algunos sectores del techo de casa, no se empiecen a reproducir, al punto de que las goteras hagan estragos cuando llueve…
                                                                               San Lorenzo, 03 de julio de 2012
Día en que me encuentro particularmente “Porificada”, prefiero, antes que, Pontificada…
Mucho gre gre para decir Gregorio, diría, bueno, no importa quién… en síntesis no soy ni chicha ni limonada… en nada.
(*) la paráfrasis se refiere a la obra “El Banquete o del amor”, perteneciente a Platón.