“Sobre POROS no hay
nada escrito….” (salvo, “El Banquete” )(*)
Dice Platón, en el Banquete, bajo la voz de Socrátes, quien
a su vez refiere una conversación antes mantenida con Diotima (una criada o
pastora, no recuerdo esto muy bien), el amor, Eros, es hijo de Poros – la
prosperidad – y de Peña, la pobreza, de ahí que se trate de una entidad
intermedia, un deimon, o un genio, por tener en su herencia, carácter divino y
mundano, o inferior. Unos pasajes más adelante, en esta obra, compara a la
riqueza, a la prosperidad, Poros, con el conocimiento, y al amor, Eros, con el
filósofo. Dice, en ese sentido, que el filósofo, al igual que Eros, posee en sí
mismo esa doble condición, por un lado, ese carácter divino, esa riqueza, esa
prosperidad que está en su sed de conocimiento, pero la misma no es plena, es
incompleta, está eclipsada por esa otra condición de pobreza que se refleja en
lo que le falta por conocer, y se traduce en esas preguntas, esas cuestiones
que surgen en su espíritu. Agrega que si fuera totalmente ignorante –
comparando la ignorancia, claro está, con la pobreza – no surgirían en él,
preguntas, cuestionamientos, indagación; del mismo modo, si fuera totalmente
sabio, si lo conociera todo – comparando así al conocimiento con la riqueza –
no cuestionaría más nada.
Por alguna razón, o en realidad, por muchas, demasiadas, o
quizá, la misma, la que se repite, la que se presenta siempre del mismo modo,
como un obstáculo, como un límite, o una sombra; me siento identificada con
esta imagen, con esta naturaleza, con este carácter erótico del filósofo. Estoy
siempre buscando, o quizá, las circunstancias que surgen de mis acciones, esas
acciones que, a su vez son el resultado de mis capacidades y de mis inquietudes
espirituales; todo ese movimiento, todo eso, me pone en contacto con la riqueza
en todo sentido, la riqueza material, a veces, la riqueza a nivel espiritual o
artístico, otras. Sin embargo, no llego nunca a pertenecer completamente a
ambos mundos, ni al de la riqueza patrimonial, ni al de la riqueza intelectual,
espiritual, o artística. Siempre, tarde o temprano, se presenta la pobreza,
insistiendo en revelarse, como reclamando, de algún modo, su madrinazgo de mí.
Es innegable, evidente, que me sobran condiciones, o, desde
un punto de vista metafísico, me sobra energía, fuerza de voluntad, sabiduría,
para entender sobre muchísimos aspectos de la vida. Eso hace que, de pronto,
convivan en mí, conocimientos sólidos en muchas áreas del conocimiento, desde
las ciencias exactas, hasta las humanísticas, como así también, tenga bastante
talento artístico para haber podido abordar distintas disciplinas, las artes
plásticas, la literatura, el teatro, la música, y a todas ellas, hacerlas
bastante bien, aunque, en este punto, mi talento se refleja más claramente en
la literatura, disciplina en la que me hallo mucho más cómoda que en otras.
Pero, en todo, todo lo que hago, en todo lo que me ocurre, siento que me falta
algo. En la música, por ejemplo, no se trata de conocimientos, ya que, si bien,
nunca me pude dedicar a fondo a esta disciplina, siento que poseo conocimientos
bastante sólidos, complejos, al igual que, grandes condiciones auditivas. Pero
no llego a cantar del todo bien, menos aún, a tener un dominio fuerte sobre el
instrumento. Del mismo modo me ocurre con la pintura. En cuanto al teatro y la
literatura, aquí han sido más los logros que las dificultades, aun así, en esta última disciplina, por
ejemplo, aunque ha sido hasta ahora la que más dedicación le dispensé, no llego
a tener un nivel para obtener un premio importante, y nunca pude hasta ahora,
acceder mediante certámenes, a muy buenas publicaciones.
Del mismo modo ocurre
en mi vida. No me falta nada, pero mi casa es el fiel reflejo de mi persona, o
al menos, de cómo está mi persona hoy. Dentro de ella hay todo tipo de objetos,
puedo decir que, si bien, no hay de sobra, mi casa está abastecida con todo
tipo de artefactos electrodomésticos, además de poseer cantidades abundantes de
libros, de películas, de música. Sin embargo, la casita se está deteriorando a
pasos agigantados sin que hayamos podido, hasta ahora, hacerle una mejora
importante, ya que, cada vez que hemos tenido dinero, el mismo se terminó,
prácticamente, esfumando, sea, debido a estafas o a compromisos o a beneficios
para los hijos, a la compra de instrumentos musicales, o lo que sea. Lo mismo
ocurre con mi salud y mi aspecto personal, que a veces, mejora, otras empeora,
pero nunca logro que esté del todo bien. En cuanto a mi pareja, si bien, en
algunos aspectos es una persona bastante culta, tiene muchos rasgos
marcadamente negativos, o que reflejan poco refinamiento, tiene algunos hábitos que, francamente, detesto, a veces, en fin, para qué seguir dando detalles, se
entiende, ¿verdad?
Siento, en síntesis, que en todas estas cosas, en toda esa
suerte que luego se va diluyendo o lisa y llanamente, truncando, en todos esos
contrastes, está presente Poros, pero, seducido por Peña, como en la noche del
banquete aquel en el que lo seduce, lo engaña, borracho, y conciben a Eros. Entonces hay Poros, aquí, Poros, allá, Poros por todos
lados…. En el marco de la ventana, donde se filtra la humedad todo el tiempo,
en mis interpretaciones musicales en vivo, ante una audiencia, en el amor que
se presenta con algún poro o algunos poros inmiscuyéndose, bajo la forma de
parejas de años, incluso, ambas, la suya, la mía, tienen en común esos mismos
poros de rudeza, de poco refinamiento, hasta de poca altura o, no sé… Espero
que los poros, que a todo esto, ya están ganándole al techo del lavaderito y a
algunos sectores del techo de casa, no se empiecen a reproducir, al punto de
que las goteras hagan estragos cuando llueve…
San Lorenzo, 03 de julio de 2012
Día en que me encuentro particularmente “Porificada”,
prefiero, antes que, Pontificada…
Mucho gre gre para decir Gregorio, diría, bueno, no importa
quién… en síntesis no soy ni chicha ni limonada… en nada.
(*) la paráfrasis se refiere a la obra “El Banquete o del
amor”, perteneciente a Platón.