domingo, 2 de noviembre de 2014

CAPITULO XXIII - LA TARDE, ELLOS...

   Los ha devorado la tarde, la vida, o la foto ... Se los comió o, al menos, se comió aquella fuerza primitiva que los envolvía.
Flacucha, ella, esboza una sonrisa ligada, más bien, a la dicha momentánea que a la alegría. No parece haber en ella grandes ambiciones. Los dos pequeños se aferran  con ternura, como a un ancla, o acaso ellos sean el ancla para ella ... La abrazan con ahínco, acaso sienten protección o, quién sabe, pero, lo que sea, se dona a la eternidad con la simpleza y la naturalidad de la vida... Nada parece importar más, en aquella tarde, que ese presente de sol, calor y hastío.
La actitud de la mujer, no evidencia felicidad, pero sí, paz.¿No es acaso ese un estado de bondad, de plenitud, de real felicidad? Es muy joven aún para darse cuenta de eso, colmada, aquella cabecita loca, de proyectos, o distraída canalizando pulsiones, como habrá estado ...
Aunque los anteojos que lleva puestos son de cristales oscuros, no llegan a ocultar la extrañeza  de su rostro anguloso, de rasgos algo mustios, cansados, trasnochados, fiel reflejo de la extrema delgadez de su cuerpo caído en cierta desgracia elegida por la bohemia de aquellos tiempos. Hay algo de musculatura en sus brazos, como resabio de una vida anterior muy diferente, donde las actividades deportivas eran habituales. Sus labios rosados, al bordear aquella sonrisa ambigua, parecen coronarla como los pétalos de una rosa. Su mirada se proyecta hacia abajo,  en actitud meditativa, parece adentrarse, en algún recuerdo,  o, acaso,  en el deseo de una mejor fortuna para ellos. Lleva puesta una solera estampada cuya liviandad acentúa la delgadez de su cuerpo huesudo.
El pequeño, bello y grácil como un querubín, frunce el ceño y entrecierra sus ojitos, se ve que está fastidioso por el sol. La niña es la única que parece estar realmente atenta y dispuesta a dicha exposición. Mira al frente con firmeza y su sonrisa refleja alegría. Sus ojitos son algo capotudos, no se llega a percibir si habría estado durmiendo o también le molestaba el sol como a su hermanito. La boca, pequeña, entreabierta, exhibe unos dientes blanquecinos e infantiles que colman de gracia y belleza su rostro, de mejillas regordetas y rosadas como frutos recién maduros.
El grupo se apoya sobre un automóvil marca Renault 4, modelo 1970. Ya era viejo cuando lo adquirieron y, al parecer, era la única movilidad con la que contaban. Tiene pegados, en su parabrisas delantero, restos de una calcomanía que identifica  a un lugar bailable que, en esa época, estaba de moda. Su chasis es de un color verde musgo y muestra una vetustez tan armónica como la de todo el conjunto. De enfrente se vislumbra la sombra de uno o varios árboles notablemente frondozos.
La época me desafía...  La época o esa vida a la que no quiero volver pero, si, rescatar lo bueno que tenía y se fue escurriendo de mis manos, sin que yo me diera cuenta...
Ahora, tal vez sea tarde o, no sé ... Están tan grandes ... y yo ... tan conmigo misma que, a veces me asusto y otras, me pudro, como hoy, en esta mañana desoladora, mojada por una lluvia que no se hizo anunciar como otras ... Tampoco, la aparición de esta foto olvidada en un rincón del aparador ...

                                                                                   San Lorenzo, 31 de octubre de 2014

( basado en la observación de una foto)


domingo, 26 de octubre de 2014

CAPITULO XXII - ESOS OJOS


                                                                           
1) Esa tristeza, otra vez ... Es vieja, si...  Sabe a terruño, a madre, acaso a un amor trunco o imposible. Viene, sobre todo, por las noches. No quiero pensar en una pérdida - no es mi problema,  me digo todo el tiempo, pero no me creo eso, no, para nada, debe ser mi problema, de lo contrario, no estaría experimentándolo -. Mi alma está tan permeable, últimamente que parece una esponja. En mi cuerpo, esa tristeza suya... Lo sé, no me pertenece.
Andaba bien, sin problemas serios que afrontar, al menos; pero, bastó ese contacto, esa mirada - no, la primera, provocativa, sensual, sino, la otra, la que vino aquella tarde, cuando se acercó distraídamente, un poco más ...Yo estaba muy cansada, las cosas no me estaban saliendo muy bien, sé que le contesté con cierta rudeza pero, enseguida reparé mi gesto con una sonrisa y, entonces, ocurrió , así, fresca, circundada por una leve sonrisa, aunque triste, quizá, indecisa en, si habría que decir algo más o bastaba con el silencio.
Entiendo perfectamente, dadas las circunstancias; lo que no comprendo es, por qué, yo. Puedo comprender que le resulte atractiva, en algún punto, pero no logro dilucidar la razón de sus intentos, de su insistencia. Tal vez yo evoque algún recuerdo suyo con otra persona, probablemente, aquella hermosa jovencita con quien lo vi, las otras noches, en fotos, muy unidos. En una, de hecho, ella toma sus manos con vehemencia. Francamente, verla me resultó insoportable ...
II) Celos. No puedo con ellos. Sé que son completamente infundados pero no puedo evitar sentirlos. Haberlo visto en fotos, con un grupo de amigos suyos, con su compañera - no puedo precisar aún el vínculo que los une y eso también me perturba, aunque enseguida,vienen a mi mente la serie de explicaciones lógicas con las que busco refutar lo que siento, de todos modos, no viene al caso ir por aquí, explicar todo ese rollo, ¿para qué? Lo que sí me parece relevante es haber reparado en el hecho, hasta ese momento, ignorado o negado, en algún sentido pero, irreversible : la marcada diferencia de edad que hay entre nosotros. Por primera vez, desde que todo comenzó - esta suerte de idilio platónico, por decirlo de alguna manera o, hablando en criollo, este histeriqueo -, cobré real conciencia de su edad... También entendí que no sería fácil que se divirtiera conmigo como se ve que lo hace con sus pares ...

III) Hoy, en esta mañana destemplada, gris, las imágenes que se proyectan desde mi ventana, parecen transformarse en otras o quizá, en las mismas pero, elevadas a su máxima expresión. El muro que cerca el predio de enfrente, adornado con algunos graffitis, hoy los exhibe ante mí, como desafiándome a que los mire indefectiblemente. El rostro dibujado sobre la letra O de la palabra FOBIA, por ejemplo, me mira de un modo triste, desolado, o la estrella dibujada, tomando como punto de partida la letra A final, parece querer guiarme, como otrora lo hiciera aquella otra, allá lejos, en Belén, a los Magos de Oriente. Esta, en cambio, lo hace hacia otro mundo, donde poder hallarme completamente libre de toda esta carga de años, responsabilidades, matrimonio,  asuntos laborales, e ir, al fin,  corriendo hacia su encuentro. Mi recuerdo sonoro no cesa, a todo esto, de reproducir aquella canción de Milton Nascimento que invita a todo aquel que se quiera soltar, a seguirlo, e inventa un mar para eso. Me siento parte de ella, una invitada más ...
Desde que ingresé al lugar aquella tarde, supe - aunque en ese momento no fui consciente de eso, sino, más tarde - que ya no podría escapar de su mirada y que, aquella indiferencia suya no era más que un camuflaje, y que, de ahí en más, todo, absolutamente, todo, se iba a transformar, que una canción ya no volvería a sonar  sólo a los fines prácticos, y que ocurrirían otras cosas como ésta, hoy, en esta mañana gris, desapacible, donde el muro ha dejado de ser el mismo para transformarse en otra cosa.
 Es simple, en realidad. Me encuentro totalmente atravesada por sus ojos, por aquella mirada de juncos, de camalotes, de río turbio, de torrente, de pescadores arrullando algún chamamé mientras vierten sus redes; de remanso, de esteros, de ocasos rojizos donde se oyen las cigarras y los ladridos de los perros hambrientos, a lo lejos . Luego viene aquel soplido de aire húmedo, estival, trayendo consigo el llanto lastimero de una vieja acordeón a tres hileras ... Me entristece todo esto, haberme dejado atrapar así, a esta edad ... Pero, al mismo tiempo, me  siento más viva y permeable que nunca ...

IV) Me mira y me pide que lo siga ... Sus ojitos se han abierto demasiado, son la puerta de ingreso a un laberinto donde seguro, atrás está el paraíso, "hay una estrella, atrás, más allá de este follaje" (*) El problema es, cómo sortear el follaje. Es selvático, hay fieras, cazadores, lugareños cuidando sus territorios, sus límites. Pero el brillo de sus ojos, me cautiva y me anima a seguir. De un color cetrino, brillan dando una luminosidad tornasolada ...
Quisiera volver, plantarme del lado de la realidad, que no es lo mismo que decir, de la verdad, porque esto que me pasa es tan cierto y verdadero como irreal, ya que sucede en otra dimensión, "...azul es tu soledad, ámbar es la bruma de tu alma..." (*)

V) Un nimbo o un fulgor, si ... Lo percibí al mirarlo como suelo hacerlo, rara vez, con algunas personas; entrecerrando, apenas, los ojos. Pude percibir, primero, una luminosidad ténue, fugaz, de color violeta, como, esfumándose, y luego, a su alrededor, este halo de luz blanca brillante, casi iridiscente. Su piel, de hecho,  tiene esa misma palidez iridiscente ...

(*) (versos pertenecientes a las canciones " Abrázame inocentemente" y "Bahía Final" de L.A.SPINETTA)

                                                              San Lorenzo, febrero de 2010

CAPITULO XXI - DOS TEORIAS


                                                          DOS TEORIAS

I)                         CIRCULARIDAD DE LAS INSTANCIAS ESPACIO - TIEMPO
La posibiidad de la existencia de vida intraterrena, conformada posiblemente, por resabios de civilizaciones de antaño que habrían logrado sobrevivir a los cataclismos o glaciaciones, o bien, por seres oriundos de otros planetas; este tema, ligado de un modo casi pretencioso, al de la coexistencia de diferentes planos temporales - pasado, presente, futuro - según la frecuencia en la que nos movemos, pensamos, actuamos, sentimos o simplemente, vibramos;  me tiene, de algún modo, interesada, atrapada. Estuve leyendo, por otro lado,  una entrevista publicada en una revista especializada, formulada hace un tiempo al científico cuántico Gardnier; acerca del desdoblamiento del tiempo, que me resultó impactante : pensar en que uno es, según él, capaz de viajar en "cuerpo astral", para algunos filósofos místicos, aunque él no emplea estos términos, sino la categoría del yo incorpóreo, durante la noche, en estado de sueño profundo, cuando acontece la máxima actividad mental inconciente, para interactuar por anticipado en el futuro, es conmovedor.
Afirma, en efecto, que este "Yo" trae información del futuro, válida para que nosotros nos encaminemos hacia él, mejor equipados, más intuitivos, y así, llegar a nuestros propósitos más claramente o, en mejores condiciones de ser cumplidos.
Me pregunto si habrá algun mecanismo similar, pero, para el pasado, aunque, en realidad, no soy de esas personas que se han quedado prendidas a él, concuerdo con esa afirmación de Prem Rawat sobre, que si uno no ha hecho las paces con el pasado, el pasado sí lo ha hecho con uno. Además, si tuviera posibilidades de regresar al pasado, dejaría que las cosas ocurran como fueron porque creo que no fue casual que pasaran de ese modo. Concuerdo, en ese sentido,  también, con las leyes budistas, en especial, con aquella que dice que, "lo que pasa es lo único que podría haber pasado", es decir, no existe eso de : "si yo hubiera hecho tal cosa,hubiera sido diferente ...", sin embargo, no me deja de seducir, de inquietar, de sacudir, la idea de regresar a alguna instancia temporal del pasado, en que lo tuve a EL muy cerca de mí, tanto, que hasta podía haberlo tocado o abrazado sin nadie que se interpusiera; una leve, levísima modificación en lo acontecido, para haberle podido decir, cara a cara, mirándolo a los ojos, lo mucho que lo he amado y admirado. Por más que se lo haya expresado por escrito de miles de maneras, ninguno de estos artilugios podrá reemplazar jamás la frescura, y autenticidad que hubiera tenido ese gesto. Aunque, según el oráculo materno, él era un lector de mi obra poética, y le llegaban mis relatos de alguna forma; sin embargo, ese gesto expontáneo de estrecharle una mano, eso, lamentablemente, no pudo ser.
Demasiado amor platónico termina arruinando las cosas, cuando lo que se siente por el otro es demasiado sórdido, intenso.
Vuelvo a este nuevo planteo teórico sobre la circularidad del espacio-tiempo, y su desdoblamiento, con la leve esperanza de que, en sueños, por las noches, lo pueda encontrar y que, al fín, todo ocurra, entre los dos, pero, si nada de eso ocurre, espero que los datos del futuro que logre traer hacia el presente sirvan realmente para mejorarlo  ...

                      A     CERCA DE LA EXISTENCIA DE LA VIDA INTRATERRENA
II) Ahora bien, lo que sigue es explicar lo de la vida intraterrena y su relación con la coexistencia de planos de manifestación espacio - temporales.
Hará más o menos un mes, ví un programa de televisión donde se exponía la " teoría de la tierra hueca". Ya, el título del desarrollo teórico publicado, al parecer, según recuerdo, en un libro - no, en cambio, de qué autor -, me impactó poderosamente. Lo primero que atiné a decir es : "imposible, se contrapone con todo lo aprendido en el colegio acerca de la conformación de la tierra con sus diferentes capas , su núcleo, las placas tectónicas", en fin ... No viene al caso traer aquí toda esa información. De inmediato recordé la serie de videos que había visto a principios del año 2013, en la casa de mi cuñado, en Vialet Massé, donde unos obreros de una empresa de excavaciones, en Finlandia, al llegar, con una perforación, a determinada profundidad, comenzaron a oir voces del interior - gritos, gemidos - y a sentir muchísimo calor proveniente del hueco; razón por la cual, no tardaron, los especialistas que estudiaron el caso, en pensar en el posible hallazgo de un portal conducente al mismísimo infierno.
El recuerdo de esos reportajes realizados por un canal de la televisión española, me motivó a prestar aún más atención al desarrollo del programa.
Un grupo de panelistas, todos ellos, investigadores de fenómenos asociados, una antropóloga estudiosa de los eslabones perdidos en la cadena de civilizaciones aborígenes, dos especialistas en el fenómeno OVNI, y una investigadora de cuevas subterráneas - científica de campo que viajaba de un lado a otro del planeta; desarrollaban el tema con mucha seriedad y profesionalismo, cada uno, exponiendo los resultados de la labor científica y esotérica realizada.
Se habló acerca de las vías de acceso a las zonas huecas de la tierra. No sería enteramente hueca, la tierra, sino que, habría algo así como, cuevas muy profundas a las que se accedería por lugares muy específicos, ubicados en los extremos norte y sur de la tierra, pero también, en otros. Se habló además, acerca de las expediciones del Capitán de la aviación norteamericana, Kirk, en regiones de Alaska y del Polo Norte, donde, al llegar, en efecto, al punto de acceso de un supuesto vórtice, su avión quedó suspendido en el aire, hasta que surgió del hueco sobre el cual éste flotaba, un platillo volador que, lentamente, lo atrajo, por magnetismo, hacia el interior de lo que era, una cueva.
Ya me habían narrado la misma historia, unos días atrás. Pero, en el programa que yo estaba mirando, se hizo más hincapié en la procedencia de los moradores intraterrenos, si vendrían de otros planetas, incluso, de otras galaxias, o si serían sobrevivientes de civilizaciones remotas, hoy, perdidas, como la de los Atlantes.
Lo que más me llamó la atención fue, la parte en la que se habló sobre ERK, la ciudad o paraje que  existiría bajo tierra, en la zona del Cerro Uritorco, en Capilla del Monte, provincia de Córdoba. De inmediato recordé haber leído acerca de ERK, en un pequeño libro, "Nueva Era", de mi amiga, Stella Maris. En una de las dos historias, o acaso, en las dos, ella narra un viaje junto a un grupo de amigas, a dicha localidad cordobesa, ubicada casi en el extremo norte del Valle de Puñilla - le sigue, Cruz del Eje y, al oeste, San Marcos Sierra - El grupo de viajeras, y ella también, tienen en la historia, una experiencia profunda, al conectarse internamente, con dicha ciudad.
Hace dos o tres días, en la radio, Stella Maris habló también acerca del Capitán Kirk y su descubrimiento del vórtice de acceso a la parte hueca de la tierra. Y cuando nos despedíamos, me contó sobre su proyecto de novela, acerca de este tema.  Quedé fascinada, más que, con el proyecto en sí, con el vínculo que nos une. Antes de conocerla personalmente, ya me habían llegado unos folletos con textos escritos por niños que integraban un taller de creatividad que ella coordinaba y, en ese entonces, intuí que la conocería de un momento a otro. Su madre se llamaba Olga como yo. Las dos tenemos gustos muy afines a nivel artístico y sufrimos las mismas transformaciones cada vez que nos pasa algo malo, los infortunios son, en ese sentido, motivos de aprendizaje para ambas.
En lo que respecta en sí, a la teoría, faltaría agregar que, la tierra hueca anidaría en su centro un gran sol central - en lugar de un núcleo sólido e hirviente -, que daría vida a los moradores del lugar. Investigando un poco más el tema, se han encontrado indicios más certeros, uno, son los hallazgos del mismo Kirk que al viajar a más de 2.700 km por sobre el Polo Norte se encontró, al parecer, con la existencia de vegetación tropical, y con una especie de valle con una depresión profunda, también colmada de fronda y de algunos animales exóticos. al descender con su tripulación, se habrían encontrado con un animal muy similar al Mamut, que pastaba por allí. No pudieron seguir avanzando más debido a la escasez de combustible, y debieron volver, pero, cuando, al tiempo, insistieron en sobrevolar de nuevo la zona, no pudieron encontrar más la depresión.
También di con un video muy interesante donde se revelan fotografías de la tierra y de otros planetas como Júpiter, tomadas por satélites espaciales, las que, al acercar el foco, se puede apreciar que la NASA las habría adulterado, agregando parches en las zonas de los Polos Norte y sur de la Tierra, y en la zona central de Júpiter, con la intención de esconder la existencia de una especie de sol interior, en ambos planetas. Sin embargo, de los parches se desprenden luminosidades que no pudieron ocultarse, y que, por su aspecto, no caben dudas de que son destellos, rayos de algún sol oculto ...


viernes, 6 de junio de 2014

DOS FASES DE LA EXAGERACION - CAPITULO XX

I) Exageración del asombro
Después de tanto tiempo de rutina, o de pequeños, mínimos calvarios, el día, hoy, ilumina con su aire resplandeciente, colmado de fragancias. Saben a tibieza, a recuerdos de infancia o de adolescencia, a esa frescura y espontaneidad con la que hacíamos todo tipo de cosas, desde, juntarnos a comer asado en casas de distintos amigos, hasta pedirle a mamá que nos prepare sendos bizcochuelos, luego, nosotros armábamos el equipo de mate y partíamos rumbo al Campo de la Gloria, a pasar la tarde, de pic-nic. No faltaba el que llevaba una pelota y entonces se armaban los partiditos de fútbol a lo potrero; o, a veces, de volley.
Hay una puerta de acceso a esa apertura hoy, más precisamente, desde hace unos cuantos días. La llave de acceso a esa puerta me la ofrece esa mirada profunda y oscura. No es nueva. En realidad, la conozco desde hace mucho tiempo, viene de la época en la que los vínculos se forjaban con tanta frescura y libertad, que esa condición se agigantaba, parecía contener la libertad de toda la humanidad, desde los pueblos que habían estado luchando a lo largo de todo este tiempo, por lograr que se respeten sus derechos, hasta la liberación de toda cadena de dominación. Esa libertad totalizadora, completa, plena, nos otorgaba, al mismo tiempo, una mirada nueva, lista para dejarnos sorprender a cada momento, con cada mínima cosa o idea que surgiera, con cada propuesta que a alguien – a alguno de nosotros – se nos ocurriera. Si uno decía: -¡ che!, por qué no vamos esta tarde al ensayo, llevamos el mate y le decimos a Pindo que consiga facturas o biscochos de la panadería – eso, lejos de ser apenas una buena idea, se convertía en el eje de toda la vida que la tarde nos tenía reservada, no había nada más por esperar, ni especulaciones rondando en la cabeza todo el tiempo, como ahora. En los bailes, por ejemplo, nos gustaba un chico, le echábamos el ojo y, si bien, nos tomábamos cierto trabajo en seducirlo, pasándole por adelante varias veces, o coqueteándole con miradas furtivas que pretendían ser sensuales, cuando, al fin se daba una situación, lejos de malgastarla, la aprovechábamos de inmediato, había acercamientos que hoy resultarían casi bochornosos. El hablar cara a cara y mirarse todo el tiempo, muy próximos unos a otros, era lo más normal del mundo, más aún, así debían ser las cosas, no, de otro modo. De eso se trataba, precisamente, la libertad , nos permitía ese flujo constante de entusiasmo, el hallazgo de todo tipo de sustancia material o inmaterial se volvía alquímica, pues lograba despertar el asombro, ese asombro, todo el asombro del mundo, irreductible, pleno, completo, la alquimia de todo miedo, toda duda, para, sencillamente, ser libres, felices…

II) Acerca del crecimiento un tanto, desmedido, de calabazas

Es sabido que ciertas enredaderas, sobre todo, las que dan por fruto algún tipo de hortaliza o fruta, como es el caso de la planta de tomates, por ejemplo, son de muy fácil crecimiento. Puedo dar fe de haber visto crecer una plantita de tomates en el terreno de adelante, con sólo haber arrojado al descuido alguna semilla de tomate, junto con restos de comida para alimentar a los perros. De hecho, podemos darnos por bien contentos con los buenos resultados de la cosecha de aquel verano. Entre las dos plantitas que al final crecieron, pudimos cosechar cerca de nueve tomates, grandes, muy ricos y jugosos. Pero, lo que ocurrió en aquel departamento, realmente,  no tiene comparación.
Estábamos recién casados y vivíamos en un pequeño departamento ubicado en la calle Santiago del Estero. Era un departamento de pasillo, con un patio, realmente diminuto, pero, para nosotros, esa comodidad bastaba, sólo teníamos a Julia que era bebé. Trajimos al hogar, una perrita peluda y blanquecina, no recuerdo, de manos de quién. Como ese era el único espacio con el que contábamos, la habíamos alojado allí, le habíamos dispuesto una cucha y sólo salía a veces, para hacer sus necesidades. Allí también tenía un comedero. Alguien nos regaló un día una calabaza a la que le di todo tipo de utilidad, desde elaborar dulce de zapallo, comerla en puchero, hacer puré. Restos de esa calabaza se debieron filtrar en las sobras que le dábamos a la perrita, y alguna semilla debió quedar en la tierra porque, al cabo de poco tiempo, sola, casi de la nada, empezó a crecer una planta de calabaza. La enredadera empezó a cubrir, primero, toda la superficie del patio, luego, comenzó a trepar por la pared lateral, por la frontal; todas las paredes del tapial quedaron cubiertas rápidamente por la planta. Eso no es nada. Mejor dicho, era apenas el comienzo. Apenas llegó la época primaveral, empezaron a crecer los frutos. Las calabacitas, pronto, se empezaron a desarrollar y a transformarse en sendas calabazas. No sabíamos qué hacer con tantas. Nos cansamos de comer calabaza y de regalarlas por doquier. Pero hubo una, en particular, que superó todo límite, empezó a desplazar a las demás, a crecer y crecer al punto de empezar a deformarse, a transformarse en algo nunca visto, una rareza. Su cuello empezó a torcerse hacia un lateral y, a su lado, comenzó a crecerle otro, y a su lado, otro, como si fueran tentáculos. Pronto esos tentáculos rodearon el patio, treparon por las paredes, envolvieron por entero al departamento. Al cabo de un tiempo, el departamento entero quedó deglutido por esta corona de calabazas semejante a un pulpo, porque, a decir verdad, eso parecía este ramillete, una de las calabazas ocupaba el lugar central y las otras eran como bifurcaciones. A nosotros, para entrar o salir del lugar, nos había quedado sólo un pequeño agujero. Debíamos deslizarnos por allí, pisar por encima de las calabazas y recién entonces, hallar la puerta que daba al pasillo y luego, a la calle.
Una mañana me desperté sobresaltada debido al llanto de Julia. A juzgar por la oscuridad que se filtraba por el pequeño ventanuco, debía der de madrugada, sin embargo, al mirar el reloj, me di cuenta, de inmediato, de lo que estaba ocurriendo. Intenté abrir la puerta que daba al patio pero me fue imposible. Habíamos quedado completamente atrapadas por los tentáculos de aquella extraña criatura vegetal. En el silencio comencé a percibir una respiración. Estaba segura de que no era la de mi hija. Se la oía un tanto ronca, estrepitosa. Adrián trabajaba.  A los gritos comencé a pedir ayuda.  Primero vino la vecina de al lado. Al comprobar la situación, se retiró asustada y volvió media hora después con los bomberos y con otros vecinos. Todos portaban sierras, corta fierros y todo tipo de artefactos que pudieran servir para podar la planta bestial.
Ahora bien, a esta altura del relato ustedes, lectores, se preguntarán por qué permitimos que esto ocurriera, por qué dejamos que el crecimiento de la planta llegara a esas instancias. La verdad es que no sabría responder estas preguntas de manera contundente. Sólo podría agregar en nuestra defensa que éramos realmente muy humildes, a veces no teníamos, literalmente hablando, ni para comer. La planta, en ese sentido, ostentaba, todo el tiempo una abundancia, una prosperidad con la que, en verdad, queríamos sintonizar. Nos daba lástima cortarla. Aparte, las calabazas eran exquisitas y, sin bien las donábamos, no faltaba el pariente bondadoso que nos daba alguna mínima retribución monetaria por  cada ejemplar.
Aquella mañana, la hazaña, aunque fue ardua, llevó más de cuatro horas, resultó exitosa.. Finalmente lograron podar la planta por completo y todos se pudieron llevar calabazas maduras y ricas. Cuando Adrián llegó del trabajo, el patio lucía increíblemente limpio, sin un mínimo vestigio de verdor. Volvió a crecer en él sólo algo de gramilla. Nosotros nos propusimos ir manteniéndolo siempre así, y a la perrita, la terminamos regalando…

CAPITLULO XIX EL OVNI QUE NO FUE


“Esta es la dulce e ilusoria historia del ovni que, acaso fuera cierta navecita venusina tan ansiada, esperada, y terminó, por cierto, tratándose, apenas, de un barrilete iluminado” 11-03-12 – 20 hs. Aprox.
Así iniciaba, o intentaba, en realidad, esbozar el tema a los ponchazos, ya que, últimamente, al haber desaparecido de su vida aquella usina tan formidable, los temas raleaban, escaseaban. Ya no podía, casi, escribir. Le costaba, incluso, ensayar otros formatos más convenientes, tales como, epístolas, gacetillas, crónicas, textos que, otrora, redactaba con total fluidez y, en cambio, en el presente, le resultaba casi imposible.
El tema en cuestión era la sorprendente aparición de un ovni en las inmediaciones del Campo de la Gloria, el domingo pasado, a eso de las ocho de la noche. El calor reinante entonces, era insoportable – treinta y ocho grados – lo que había impulsado a la gente a agolparse en casi todos los lugares al aire libre de la ciudad. Ese predio era, habitualmente, uno de los más concurridos, por ende, no era para sorprenderse que estuviese repleto de gente. Era previsible, además, la reacción de la gente ante cualquier imprevisto, por mínimo que fuese. Visiblemente conmovidos, algunos, otros un tanto aterrados, el caso es que todos comenzaron a acercarse más a la escena y a intentar tomar imágenes de todo tipo: fotos, videos, imágenes de celular.
Ella llegó demasiado tarde al lugar, pero, comprendió, de inmediato, la conmoción de todos, ni bien pudo ver esas imágenes que la gente había tomado, al día siguiente, en el noticiero. Para ser un ovni, se había visto demasiado grande y cercano, al igual que las luces que irradiaba.
A decir verdad, ni bien todo ocurrió, incluso, su propia tardanza para llegar al lugar, se sintió perturbada, un tanto tensa, enojada, también. Le dio bronca que su esposo, caminando a todo lo que le daban sus piernas, la dejara atrás en vano, ya que, una vez allí, no había sido capaz de preguntarle a nadie acerca de qué era lo que estaba pasando. Después, esa bronca cedió su paso a la tensión, a la ansiedad, al asombro. De inmediato vino a su memoria aquel dibujo caricaturesco donde el flaco Spinetta navegaba en una especie de nave espacial tercermundista con un pequeño cartel al pie que decía: “Hecho en Haedo”, en clara referencia a la canción: “El anillo del Capitán Beto”. Aunque su conciencia, su mente, considerara,  un disparate, al fin, la idea que se le acababa de ocurrir, cierto entusiasmo, o tal vez , cierta esperanza, ilusión, cierta fe en su interior le decía lo contrario. ¿Por qué, no? ¿Qué impedía que hubiera sido él, el hombrecito venusino con ganas de hacer una visita por estos pagos, a bordo de aquella nave bizarra hecha  en Haedo? El fragante, flamante, llameante, Capitán Beto, el visionario, el poeta, el iluminado. Después de todo, lo había estado extrañando tanto, por aquellos días próximos al cumpleaños de Rodri, su hijo mayor, que tal vez él se hubiese hecho eco de esos sentimientos y hubiese decidido visitarla.
Pronto la realidad se manifestó, bajó, y, de paso, le bajó todas las expectativas. Como era de esperar, trajo lo suyo, aunque no llegó al punto de desmoronarla. El ovni en cuestión no había sido otra cosa que un “barrilete cósmico”. Usted, potencial lector, se preguntará si acaso esa nomenclatura no debería hacer referencia a algo, un objeto que viniese del espacio exterior. Sin embargo, para su posible y hasta segura decepción, lamento informarle que, no es así. En primer lugar, el término ovni significa objeto volador no identificado, es decir, algo, cualquier cosa que vuele o surque los cielos y no se haya podido identificar aún. O sea que, no necesariamente debe provenir del espacio sideral, puede tratarse de cualquier cosa, desde un avión hasta un fragmento de desecho cósmico, o de un meteorito. Ahora bien, en este caso, el ovni no era más que un barrilete que se lo denomina “cósmico” sólo porque ostenta un pequeño sistema tecnológico que le aporta unas luces poco convencionales, dándole justamente ese aspecto de nave espacial.
Listo, finish out, acabado el misterio, nada de visitantes extraterrestres, menos aún, la visita de ningún “duende curador”(*), no señor, sólo había sido la picardía de algún pelotudo que, evidentemente, no tenía nada mejor que hacer, que lucir aquella porquería tecnológica que se había comprado, asustar bastante a la comunidad dominguera, y, de paso, alimentar en vano, mis viejas, quebrantadas, ilusiones…
(*)metáfora aparecida en la letra de “Canción de amor para Olga” de Luis A. Spinetta, grabada en el álbum “Un mañana”.

miércoles, 4 de julio de 2012


“Sobre POROS no hay nada escrito….” (salvo, “El Banquete” )(*)
Dice Platón, en el Banquete, bajo la voz de Socrátes, quien a su vez refiere una conversación antes mantenida con Diotima (una criada o pastora, no recuerdo esto muy bien), el amor, Eros, es hijo de Poros – la prosperidad – y de Peña, la pobreza, de ahí que se trate de una entidad intermedia, un deimon, o un genio, por tener en su herencia, carácter divino y mundano, o inferior. Unos pasajes más adelante, en esta obra, compara a la riqueza, a la prosperidad, Poros, con el conocimiento, y al amor, Eros, con el filósofo. Dice, en ese sentido, que el filósofo, al igual que Eros, posee en sí mismo esa doble condición, por un lado, ese carácter divino, esa riqueza, esa prosperidad que está en su sed de conocimiento, pero la misma no es plena, es incompleta, está eclipsada por esa otra condición de pobreza que se refleja en lo que le falta por conocer, y se traduce en esas preguntas, esas cuestiones que surgen en su espíritu. Agrega que si fuera totalmente ignorante – comparando la ignorancia, claro está, con la pobreza – no surgirían en él, preguntas, cuestionamientos, indagación; del mismo modo, si fuera totalmente sabio, si lo conociera todo – comparando así al conocimiento con la riqueza – no cuestionaría más nada.
Por alguna razón, o en realidad, por muchas, demasiadas, o quizá, la misma, la que se repite, la que se presenta siempre del mismo modo, como un obstáculo, como un límite, o una sombra; me siento identificada con esta imagen, con esta naturaleza, con este carácter erótico del filósofo. Estoy siempre buscando, o quizá, las circunstancias que surgen de mis acciones, esas acciones que, a su vez son el resultado de mis capacidades y de mis inquietudes espirituales; todo ese movimiento, todo eso, me pone en contacto con la riqueza en todo sentido, la riqueza material, a veces, la riqueza a nivel espiritual o artístico, otras. Sin embargo, no llego nunca a pertenecer completamente a ambos mundos, ni al de la riqueza patrimonial, ni al de la riqueza intelectual, espiritual, o artística. Siempre, tarde o temprano, se presenta la pobreza, insistiendo en revelarse, como reclamando, de algún modo, su madrinazgo de mí.
Es innegable, evidente, que me sobran condiciones, o, desde un punto de vista metafísico, me sobra energía, fuerza de voluntad, sabiduría, para entender sobre muchísimos aspectos de la vida. Eso hace que, de pronto, convivan en mí, conocimientos sólidos en muchas áreas del conocimiento, desde las ciencias exactas, hasta las humanísticas, como así también, tenga bastante talento artístico para haber podido abordar distintas disciplinas, las artes plásticas, la literatura, el teatro, la música, y a todas ellas, hacerlas bastante bien, aunque, en este punto, mi talento se refleja más claramente en la literatura, disciplina en la que me hallo mucho más cómoda que en otras. Pero, en todo, todo lo que hago, en todo lo que me ocurre, siento que me falta algo. En la música, por ejemplo, no se trata de conocimientos, ya que, si bien, nunca me pude dedicar a fondo a esta disciplina, siento que poseo conocimientos bastante sólidos, complejos, al igual que, grandes condiciones auditivas. Pero no llego a cantar del todo bien, menos aún, a tener un dominio fuerte sobre el instrumento. Del mismo modo me ocurre con la pintura. En cuanto al teatro y la literatura, aquí han sido más los logros que las dificultades,  aun así, en esta última disciplina, por ejemplo, aunque ha sido hasta ahora la que más dedicación le dispensé, no llego a tener un nivel para obtener un premio importante, y nunca pude hasta ahora, acceder mediante certámenes, a muy buenas publicaciones.
Del mismo modo  ocurre en mi vida. No me falta nada, pero mi casa es el fiel reflejo de mi persona, o al menos, de cómo está mi persona hoy. Dentro de ella hay todo tipo de objetos, puedo decir que, si bien, no hay de sobra, mi casa está abastecida con todo tipo de artefactos electrodomésticos, además de poseer cantidades abundantes de libros, de películas, de música. Sin embargo, la casita se está deteriorando a pasos agigantados sin que hayamos podido, hasta ahora, hacerle una mejora importante, ya que, cada vez que hemos tenido dinero, el mismo se terminó, prácticamente, esfumando, sea, debido a estafas o a compromisos o a beneficios para los hijos, a la compra de instrumentos musicales, o lo que sea. Lo mismo ocurre con mi salud y mi aspecto personal, que a veces, mejora, otras empeora, pero nunca logro que esté del todo bien. En cuanto a mi pareja, si bien, en algunos aspectos es una persona bastante culta, tiene muchos rasgos marcadamente negativos, o que reflejan poco refinamiento, tiene algunos hábitos que, francamente, detesto, a veces, en  fin, para qué seguir dando detalles, se entiende, ¿verdad?
Siento, en síntesis, que en todas estas cosas, en toda esa suerte que luego se va diluyendo o lisa y llanamente, truncando, en todos esos contrastes, está presente Poros, pero, seducido por Peña, como en la noche del banquete aquel en el que lo seduce, lo engaña, borracho, y conciben a Eros. Entonces  hay Poros, aquí, Poros, allá, Poros por todos lados…. En el marco de la ventana, donde se filtra la humedad todo el tiempo, en mis interpretaciones musicales en vivo, ante una audiencia, en el amor que se presenta con algún poro o algunos poros inmiscuyéndose, bajo la forma de parejas de años, incluso, ambas, la suya, la mía, tienen en común esos mismos poros de rudeza, de poco refinamiento, hasta de poca altura o, no sé… Espero que los poros, que a todo esto, ya están ganándole al techo del lavaderito y a algunos sectores del techo de casa, no se empiecen a reproducir, al punto de que las goteras hagan estragos cuando llueve…
                                                                               San Lorenzo, 03 de julio de 2012
Día en que me encuentro particularmente “Porificada”, prefiero, antes que, Pontificada…
Mucho gre gre para decir Gregorio, diría, bueno, no importa quién… en síntesis no soy ni chicha ni limonada… en nada.
(*) la paráfrasis se refiere a la obra “El Banquete o del amor”, perteneciente a Platón.

viernes, 18 de mayo de 2012

"Mayo"

En estos momentos, pienso en que debería estar pasando en limpio un bosquejo de ponencia acerca del 25 de mayo que me encargaron para exponerlo la semana que viene en un evento literario – y van….-, pienso en la lluvia, insistente, lisa y llanamente, demoledora, no, de mi estado anímico sino, de mis expectativas. Ese curso de música popular… La verdad, me tiene a mal traer. Me llena de ansiedad no estar del todo segura acerca de mis logros. En cuanto al profesor…La verdad, no sé si vale la pena explayarme demasiado sobre lo que me pasa. He intentado relacionarme con él del modo más natural posible, pero no ha sido fácil hasta ahora. Sin embargo, a mediados del mes pasado, abril, la relación empezó a prosperar, a naturalizarse. Contribuyó en ese sentido, la incorporación de otros tres compañeros, de los cuales, quedaron dos, una chica de diecinueve años y un muchacho casado que tiene un montón de hijos, amante del folklore, canta muy bien, toca bastante la guitarra y, la verdad, congeniamos de entrada. Aunque es un poco tímido, tiene una forma de ser muy agradable y sencilla. Su personalidad unida a la de la chica que es muy retraída pero ha demostrado tener un gran sentido del humor, cuando, por ejemplo, esboza algún comentario repentino y, aunque, inoportuno, no resulta agresivo sino divertido, todo esto, favoreció notablemente. El, acaso porque se vio obligado o motivado, logró abrirse un poco más, mostrarse más sencillo y agradable, también, conmigo, con nosotros. Hace un par de semanas, cuando ya creía que la clase terminaba del mismo modo que las anteriores, es decir, con la realización de alguno de los ejercicios de rutina, auditivos, de lectura e interpretación de acordes, o de ritmo, de golpe, todo cambió. Yo le había mencionado la clase anterior, una propuesta que él había hecho sobre buscar material que pudiera formar parte de un repertorio, propuesta que había quedado inconclusa. Esa tarde, ya sobre el último tramo de la clase, me preguntó sobre la canción que yo había elegido y le había mostrado la clase anterior, pero se puso a ejecutarla él, en lugar de permitirme a mí, mostrarla. A mí, esa actitud, me había molestado bastante, pero, para variar, como siempre termina siendo con él, decidí ceder a mi enojo, y fui a clase como, de costumbre, aunque, no podía evitar estar un poco fastidiosa. Aun así, no se llegaba a notar diferencias de trato de nadie, porque la clase estaba bastante concurrida, y los diálogos, las humoradas, los fisgoneos de otros compañeros, salvaban la situación. Yo, a todo esto, ya estaba resignada. Es más, ni siquiera había sacado ese día, la guitarra, porque no sentía deseos ni siquiera de acompañar los ejemplos didácticos. El entonces, dijo algo así como que, antes de que se terminara yendo la hora, quería ver de nuevo la canción, y agregó, “no sé si la querés mostrar un poco”, o algo así. No alcanzó a terminar la frase. Yo, acaso, movida por la indignación de no haberla podido mostrar bien antes o, no sé, me olvidé, de golpe, de mis inhibiciones, de mi miedo actual a mostrarme cantando ante los demás. Saqué la guitarra de la funda y así, casi sin afinarla, empecé a tocar. De inmediato, los arpegios, inusuales, dulces, captaron la atención de todos. Se produjo un silencio raro, respetuoso. Comencé a cantar, a interpretar la letra - de un gran lirismo y peso semántico, digna de pertenecerle a mi duende curador- . Todos se quedaron sorprendidos. El, que me había estado subestimando durante todo ese tiempo, se quedó mudo un buen rato y luego, me habló en un tono que hasta ese momento, no había logrado revelar conmigo. Me dijo algo muy profundo, que no logro recordar textualmente, pero referido, primero, al público; la audiencia, es para un artista, la misma, así esté compuesta por cuarenta personas, cuarenta mil, o sólo cinco, esto, a la hora de afrontarla. Luego me dijo que todos, de alguna manera, siempre estamos aprendiendo unos de otros. Acabo de escribir esta última afirmación y confieso que se me llenaron, de golpe, los ojos de unas lágrimas que aún, me resultan inconfesables, acaso, por pudor, por excesivo respeto a mí misma, a mi familia que todos los días me tiene tanta paciencia, a mi esposo, quien, no sé por qué razón, todavía está a mi lado. A veces, dudo de que sea sólo por amor, o quizá, me conviene dudarlo para tener el motivo que necesito para separarme de él, ya que él, en general, no me los da. No me es infiel, está todo el día en casa, cuando no trabaja. En todo caso, el gran reproche que debería hacerle tiene que ver, justamente, con esa apatía, esa falta de matices en su personalidad, esa excesiva indiferencia para conmigo, con los chicos, eso que él ha definido como inexpresividad, pero que a mí me cuesta cada vez más aceptar e incluso, perdonar… Es una situación confusa, el estado en que se encuentra nuestra relación matrimonial, hoy, luego de casi veinte años de casados. Me pregunto a qué matrimonio no le pasaría lo mismo. Son demasiados años de convivencia, para mi gusto y, estimo que, para el de cualquiera… No seamos hipócritas en este sentido. En fin, como considero que el tema es largo y merece un capítulo aparte, por ahora lo voy a dejar de lado. No quiero perder el hilo de este relato, que tiene que ver con un viraje general del cauce que hasta ese momento iban teniendo las cosas. Como decía antes, a partir de ese momento, no sólo mejoraron las relaciones entre nosotros, sino, también, el tono del curso en sí. Se empezó a tornar mucho más animado, entretenido. Nosotros, estamos más comunicativos, todos. Hasta la chica, que por su edad era la que menos hablaba, empezó a desinhibirse. Incluso, propuso ella una canción que a mí también se me había ocurrido pero luego olvidé. Así que decidimos que la podríamos cantar a dúo. Pero… Es sabido que, cuando todo viene viento en popa, por así decirlo, siempre se presenta alguna situación, aunque sea, mínimamente, conflictiva. Esta vez, no fue la excepción. Resulta que hay que actuar en una escuelita para una fecha patria, dentro de muy poco tiempo – apenas falta una semana-. El profe me había propuesto que yo me presentara con la canción que mostré. Yo acepté. Me entusiasmó la idea. Claro que, sólo me animaría a cantar esa sola, a lo sumo, acompañada sólo con teclado o acordeón. Sin embargo, la última vez que fui a clase, cambió de opinión o, no sé, tal vez le fastidió alguna cosa, (aunque percibo qué pudo haber sido, no deja de ser una impresión personal, por lo tanto, no me voy a explayar tampoco, al respecto), el caso es que viró abruptamente su decisión esgrimiendo razones como, que es mejor que no actúe allí, más vale reservarme para el próximo evento, en el teatro. A mí no me parecieron malas las razones: excesivo bullicio de los niños, de los docentes, ámbito poco propicio para mostrar ciertas canciones, para las escuelas es mejor el folklore, los temas más rítmicos. Pasa que, yo ya me había hecho ilusiones. Siempre me gustaron las escuelas, los ámbitos escolares, en general, me llenan de inspiración. Sobre todo, en estos meses de mayo y junio, meses en los que se conmemora una buena cantidad de fechas patrias. Me traen recuerdos de la infancia de mis hijos, porque siempre estuve ayudando a las docentes, participando de los actos con ellos, colaborando con las escenografías. Ellas, que me conocían, siempre supieron que yo tenía alguna experiencia teatral y también, con las artes plásticas, por eso me convocaban para colaborar. A mí eso me llenaba de entusiasmo. Esperaba con alegría la llegada del 25 de mayo, del 20 de junio, del 9 de julio, luego, vacaciones de invierno… En cuanto a la niñez, siempre en estos meses, vienen esos recuerdos de cuando actuaba de negrita, de dama antigua, recitaba poemas o bailaba el pericón. Una vez, recuerdo que me hicieron actuar de vendedora ambulante. Me habían pintado la cara con corcho quemado y me habían vestido con una pollera roja, a lunares, hecha en papel crepé, un pañuelo del mismo color y un turbante color dorado. Después de la actuación en la escuela, debía salir a recorrer el barrio con una canasta llena de churros que mi mamá y otras señoras habían cocinado en la escuela. Debía golpear la puerta, casa por casa, a ofrecerlos para la venta. Yo hacía ese tipo de cosas con una naturalidad, con una desenvoltura, sin ninguna vergüenza, sobre todo, inmersa en una alegría descomunal. Siempre me atrajo el escenario. Más tarde, ya, de grande, aunque, todavía soltera o incluso recién casada, embarazada de mi hija, a punto ya, de parirla, no dejaba, aun así, de actuar. Adoraba hacerlo. De hecho, durante esos cinco o seis años de experiencia teatral, me tocó la suerte de interpretar una variada gama de personajes, así como, aprender todo tipo de textos teatrales, pero, especialmente, los de vanguardia. Hasta un espectáculo unipersonal, armamos con mi marido, con textos escritos por mí, dirigido por él. Así que, si bien no fueron muchos, los años, si fue nutrida la experiencia adquirida, reforzada con seminarios, con cursos de capacitación de difícil acceso, pero, principalmente, hecha con un gran amor al arte escénico en general. También bailé algo de ritmos latinos. Si bien, nunca dejé por completo de subirme a un escenario, ya que, tanto la conducción de eventos, como la lectura de textos literarios o dar clases, son instancias en las que uno ofrece una parte de sí a los demás, hoy en día la vida me impulsa a llevar adelante un nuevo desafío, uno que quedó inconcluso y que tiene que ver con la música, con mostrarme cantando en público, interpretar mis propias canciones, más adelante, por ahora me conformo sólo con las de otros autores. Pero aparece esta primera piedrita – no llega a ser una piedra enorme, no – y esto me llena de frustración, aunque, reconozco, que estoy reaccionando de un modo meramente irracional. Me da bronca sentirme, de algún modo, discriminada, por el tono de mi canción, porque no se tocar canciones folklóricas o si bien sé algunas con reminiscencias de ese tipo, parece que no son del agrado del profesor, porque vienen de rockeros y no de folkloristas o, que sé yo, en el fondo, como dije al principio, me perturba la duda de, si en realidad tengo el nivel justo para mostrarme cantando o me falta un poco, aunque él, en ningún momento dejó entrever nada de eso en su opinión, por el contrario, volvió a decirme que yo canto muy bien y que toco muy bien la guitarra. Pero… Estoy enojada, sí, al punto de no saber si quiero continuar yendo al curso o no… Encima, esta lluvia. Debo ir esta tarde y, la verdad, no sé francamente qué hacer… Ah, por cierto, que siga lloviendo puede venirme muy bien para terminar con mi ponencia, la que debo presentar la semana que viene… San Lorenzo, 18 de mayo de 2012