viernes, 30 de diciembre de 2011

capítulo X

Desde aquel día, uno de los más tristes de mi vida, sin dudas, la verdad es que me ha costado mucho volver aquí, a este sitio de intimidad, para volcar lo que siento … Demás está decir que me embarga un sentimiento de profunda angustia; a veces se torna tristeza, otras, ansiedad, o acaso, cierta desesperación. Por suerte, hasta ahora, al menos, no ha llegado a ser depresión. Incluso, paradójicamente, a veces es euforia o… no sé. No es fácil, para mí, hablar o, mejor dicho, escribir acerca de lo que siento porque, francamente, me cuesta a mí definirlo, revelarlo…Cuando me levanto, apenas abro los ojos, todo me parece particularmente redescubierto, revalorizado, el hecho de ver a mis hijos que también se levantan atrás de mí, lo que, hasta hace poco tiempo, formaba parte de uno de los tantos hechos rutinarios, ahora, parece haber cobrado otro valor, otro sabor. Me hace feliz, sí… Hacía tanto tiempo que no podía sentir nada con esa intensidad que hoy me embarga, que, la verdad, no puedo creerlo, es más, lo valoro y se lo agradezco a Dios con todo mi corazón. Por las noches, sin embargo, comienza la angustia, leve, primero, simple preocupación, viene a mi mente el recuerdo de las fotos que vi en estos días – esas infames e inoportunas fotos sacadas con total impunidad y falta de respeto por la salud y la integridad del otro, un ser humano, porque, al fin de cuentas, EL es eso, sólo un hombre más, como cualquiera, un ser humano como todos, que merece respeto, consideración. Aquí surge una cuestión paradójica : se supone que nuestros ídolos lo son por ser altamente respetados, admirados, queridos por sus talentos o valores, sin embargo, cuando se trata de abordarlos periodísticamente, en lugar de resaltar aquello que los ha colocado en ese lugar, no; cierto periodismo, sobre todo, buscar indagar en su intimidad, lo cual, en principio, si el otro, la celebridad, consiente esa actitud, no estaría mal, aunque no tendría por qué ser así, que su vida privada despiertara interés, pero, hay cierto consenso en admitir que su intimidad pueda generar curiosidad, sobre todo, en aquellos que tienden a idolatrarlos demasiado. En ese sentido, el problema va mucho más allá. El periodista o “paparazzi”, con tal de lograr imágenes que capten algo de esa intimidad, viola todo derecho y entra en actitudes, no sólo agresivas, sino, fundamentalmente, que denotan una total falta de respeto, y entonces, la admiración, el amor, la idolatría, todos esos estamentos, quedan pisoteados, manoseados. El artista, la celebridad, me imagino que, en esos momentos, se debe sentir completamente desamparada, vulnerada, violada en su intimidad, en su legítimo derecho a no mostrar lo que no quiere o no le conviene, como cualquiera. Es indignante.
Decía que me es inevitable acordarme de las fotos, de cómo se ve él en ellas, extremadamente delgado, su cuerpo, en un estado de total deterioro. Entonces comienza la tristeza, la impotencia, la templanza de la mañana cede lentamente su paso al enojo, la bronca… Para calmar esos sentimientos, empiezo a tomar alcohol, vicio que casi había dejado de lado, y entonces vienen esas conclusiones, esos pensamientos que parecen obedecer a una lógica paralela. A veces son confusos, otras, como lo fue anteanoche, son en cierto modo, revelaciones. No sé en qué momento, ni cómo, me encontré cavilando sobre el tipo de enfermedad que padece EL. Curiosamente, me resultó muy similar al cuadro de gravedad con el que mi suegro terminó dejando este mundo, más precisamente, el 24 de mayo de este año. Recuerdo con exactitud la fecha porque coincide con la del cumpleaños de mi hijo A., quién, como es lógico, no tuvo celebración alguna este año. Encontré también una similitud casi asombrosa entre la dolencia del hombro con la que empezó su racha de afecciones físicas, y mi propia dolencia en el hombro izquierdo, la cual, comenzó, poco tiempo después que la de él. La suya, en junio de este año, la mía, más o menos, para setiembre. Con el correr de las horas, hasta llegué a fantasear con la idea de que, acaso, debido a cierta conexión supra real habida entre nosotros, esa afección suya, en realidad estaba destinada a mí, pero, como yo siempre estoy desarrollando preceptos, oraciones científicas, invocaciones y todo tipo de prácticas de la metafísica, como estoy tan protegida metafísicamente debido a mi conducta de todos los días,terminó recayendo en él, al estar justamente tan ligado a mí. Siempre pensé que, hasta podríamos ser almas gemelas, pensé o, mejor dicho, fantasee. Luego, al día siguiente, todo vuelve a la normalidad, y lo que, por la noche me parece una revelación, por la mañana, en cambio, me resulta una pavada. En fin. Otra de las conjeturas que aparecieron en mi mente, fue la de que esta aparente afección pueda ser el resultado de todo un cúmulo de sentimientos no manifestados, no exteriorizados, dado las características de su personalidad. Como sea, al final arribó la conclusión que faltaba, la necesaria y más veraz. Recordé, en un momento, alguna de esas conversaciones trascendentales que solíamos mantener con Rosa en épocas de Taller literario, más floridas, más ricas a nivel intelectual. Ella dijo una vez que las enfermedades son la paga por el karma que cada uno acumula en esta vida o trae de vidas pasadas. Una vez que uno ha pagado, que ha resuelto suficiente karma en esta vida, todo ese ciclo de dolencias físicas empieza a disiparse. El equilibrio en la vitalidad del cuerpo se normaliza.
Así, lo creo. De nada vale conjeturar acerca de supuestos maleficios absorbidos por él, luego de haber rebotado en mi cuerpo causal, en mi círculo de amor divino con el que me envuelvo cada noche y, temprano, todas las mañanas. Si está padeciendo esta dolencia es porque, lisa y llanamente, es lo que le ha tocado en suerte, para lavar su karma … Pero estoy segura de que no será irreversible. No…

viernes, 23 de diciembre de 2011

"Amor"

(capítulo X de mi desnovela)

“Amor se fue. Mientras duró de todo hizo placer. Cuando se fue, nada quedó que no doliera”. Macedonio Fernández

Ayer estábamos con mi hermana compartiendo la grabación del programa televisivo en el que estuve el lunes pasado, por la mañana, difundiendo el acto de presentación del libro del Taller Literario que tendría lugar esa misma noche. Era su cumpleaños, por eso, aunque estamos un poco distanciadas, decidí, aun así, visitarla con mi hija Juli y llevarle un regalo. Su esposo, ex esposo o, quien sabe qué carajo es, estaba ahí también, como era de esperar. No fue un problema. Por el contrario, aunque molestó un poco, buscando llamar la atención, con actitudes como, por ejemplo, ponerse a toquetear la computadora de mi hijo, o después, salir a la vereda y, con la excusa de no poder estar parado sin que le doliera la rodilla, abrir la camioneta y sentarse, y yo, sin saber nada, porque ni siquiera fue capaz de pedirme permiso; sin embargo, cuando encontró la ocasión, me aconsejó sobre un desperfecto eléctrico que sufría hasta ayer el vehículo, y poco después me deseó feliz navidad a mí y a mi familia. No sentí que sus palabras sonaran falsas, creo que más bien fueron palabras buscando mi perdón, ese que, por más que lo intento, aún no llega a mi alma. Es la tercera vez que me estafa económicamente, que se queda con sumas de dinero cobradas por anticipado por trabajos mecánicos que no concluye o ni siquiera llega a realizar, como esta última vez, con relación a la camioneta. Por más que me duela en el alma, no puedo perdonarlo, no me sale. Y me duele, digo, porque no puedo evitar sentir afecto por él, por sus hijos, importarme saber, por ejemplo, sobre su reciente nietito, o sobre su hijo Guille que se terminó yendo a vivir a Brasil. En fin, no deja de ser mi cuñado … Y en cuanto a mi hermana, bueno, aquí tendría que hablar largo y tendido sobre ella, sus actitudes duales o, al menos, ambiguas y, francamente, no siento que esta vez venga al caso enredarme en toda esa sarta de sentimientos negativos … No, con la tristeza que me embarga hoy, una tristeza honda, inusitada … Parece abarcar y a la vez sintetizar toda la tristeza reinante en el mundo, en este preciso instante … Esto me recuerda a cierta película de culto, probablemente de Aristarain o tal vez de Subiela, donde uno de sus personajes manifestaba estar tan enamorado – o enamorada, porque creo que era una mujer quien decía este parlamento – que su amor parecía abarcar todo el amor. Y es que, acaso a mí me ocurriera lo mismo, en esa época, esos tiempos en los que mi amor era así, inconmensurable… Hoy, en cambio, apenas llega al rango de cierta, a la fuerza, resignada admiración…punto. Un punto y aparte, pero, no, final, no, no, eso, nunca… Pero hablaba de mi hermana, y, en realidad, todo este rodeo narrativo apunta a recordar un comentario suyo sobre mí en el programa televisivo. Yo, que odio verme siempre, en un momento, critiqué mis gestos. Entonces ella me dijo: “Vos decís eso, porque nunca te ves, pero, es que vos hablás con los ojos” Con los ojos…los ojos…
Ahora, mientras recuerdo estas palabras que, en realidad, están ahí, en mi mente, en mi recuerdo, lo taladran, retumban, se empeñan en hacerse oír o ver, no sé, ahora, decía, pienso, o en realidad, deseo… Ojalá que mis ojos hayan podido expresarle a EL con la contundencia, la precisión, la exactitud, la magnitud, y cualquier otro “ud” que quepa aquí citar, todo lo que él haya necesitado tomar de mí, ojalá, sobre todo, que haya llegado a sus ojos, a su pensamiento, a su corazón, esa palabra, ese nombre que nunca pude pronunciar estando él ahí, más que con la mirada: AMOR,SI, AMOR, AMOR, AMOR….
Siempre tuve la esperanza de que alguna vez fuera diferente. Aunque, admito que, como decía antes, últimamente mi pasión por él se había debilitado, de todos modos, para mí, llegaría el día, ese, en que le podría decir cara a cara que lo amo, que es el amor de mi vida. Pero… Parece que no. No en esta vida, al menos.Padece de una grave afección física. Por otra parte, a mí me quedan muchos asuntos pendientes aún, antes de partir. Además, yo estoy bien así, soy feliz, a mi manera. Claro que a mi esposo no lo amo de ese modo. El lo sabe, además, pero lo acepta. A él aprendí a quererlo y a respetarlo, como, a compartir con él momentos realmente muy buenos. Además, si bien ya no siento esa pasión, ese entusiasmo de la época de nuestro noviazgo, aun así lo quiero e incluso, sigo sintiendo celos, a veces, cuando lo veo que se viste mejor o se afeita… Cosas así, normales en todas las parejas que tienen tantos años de convivencia como la nuestra. Pero con EL…es distinto. Siento que podrían pasar muchos años, muchos siglos, muchas vidas y, aun así, ese sentimiento permanecería incorrupto, porque es de otra naturaleza, una que no logro descifrar aún. ¿Platónico, etéreo?, sin dudas… pero la cifra, aún no aparece.
La cifra del dolor
Donde resolverla, exhibirla
Sin ahogarla en mil lágrimas intrusas
La precisión de aquello
Ni siquiera se llega a ahondar
Porque apenas se lo roza
mata de amor, de impotencia
¿cómo perfilarla?
¿o aceptar que ya no ocurrirá
la mirada clavando aquel ensueño taciturno
endiablado de ángeles surcando
mis mediodías?
¿qué verbo puede colmar
el silente silencio como insulto
de ninguna explicación bastando
ni siquiera la natural e irreversible
la aniquiladora de mi esperanza
toda?
¿cómo hacer para seguir asomando sólo
la punta del iceberg del secreto insondable
hoy enmudecido
o quizá, para siempre?
¿Con qué teoría religiosa o filosófica
se puede dar respuesta a esta locura irrefrenable
esta desesperación?
¿Cuál sortilegio, hechizo conjuro
podría rebobinar el tiempo un poco
apenas cuando aún podía imaginar un encuentro final,
acabado, completo, íntegro,
no, eternamente dibujado sobre una forma sutil?
Quizá te estés desmaterializando
Pero aunque tu espíritu primero vuele ascienda
Etéreo emerja en su gracia final,
tarde o temprano volverá a derramar su jugo
sobre mi parsimonia.
Yo, mientras tanto, seguiré alimentándome de
Luz, colores, flores, amaneceres, abrazos reales o ideales
Bellas o gruesas gotas de rocío, de lluvia, auroras, crepúsculos,
Tenues brisas, frágiles membranas, libros angelados o demoníacos,
Vida, amor, bondad, libertad, alegría, cielo, nubes, niños…
Musas del día, de la tarde, de la noche
Néctar, musas , música, canciones
tus canciones ….

A EL – mi músico del alma …

domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo VIII

Pensaba cómo empezar este tramo de la historia… Y se me ocurre, así, en una primera instancia, que el prefijo “des”, de algún modo, también expresa ideas de contraste, la idea de la cosa o instancia que contrasta con otra…
Me propuse, a modo de contraste con mi habitual tendencia a expresar por escrito sólo cosas ligadas a la negatividad; que este capítulo, en cambio, iba a tener que ver más con la valoración, en todo sentido, o acaso, en el sentido irreductible que abarcaría el “todo” del que estoy hablando, es decir, el afecto, o, mejor dicho, el amor…
En cuanto a este concepto, el amor – amor, falta de muerte, o sea, vida, sentir la vida, sentido de la vida, de ésta concebida como verdad, concepto que platón asociaba con el de la luz, portadora de vida; y le daba carácter erótico, es decir, ligado a las ideas de bien, las que no pueden estar más que asociadas al amor - uyyy, creo que me puse demasiado filosófica, ¿o sofista o retórica?, quizá algún licenciado en filosofía podrá contestar esa pregunta al leer esto e incluso, no me ofendería si me deja un comentario al pie, en fin, prosigo - decía que me propuse, hablar aquí sobre el amor en sentido más amplio y, al mismo tiempo, más simple, esencial, verdadero o, digamos mejor, real, cotidiano … Me puse a pensar por qué, esa insistencia de expresarme sólo cuando me hallo ante situaciones o estados de ánimo conflictivos, en lugar de hacerlo con relación a la valoración… por qué la escritura me sirvió únicamente o, al menos, básicamente, para expresar ideas ligadas a ese caprichoso, obsesivo, casi impertinente prefijo “des” - desconcierto, desconfianza, descreimiento, desilusión -, en lugar de poder resaltar a través de ella, sentimientos positivos, de valoración, como decía antes, de mis hijos, por ejemplo, hablar de ellos y sus cualidades, como hacen tantos poetas amigos, que adornan sus poesías con imágenes angélicas o floridas al hablar de sus hijos, sus nietos, sus parejas … Esta pregunta, casi de inmediato, derivó en otra aún más profunda, ¿ puede, acaso considerarse literario un texto que sólo resalte cosas positivas o, más precisamente, no conflictivas? Un texto que sólo embelesa, ¿incomoda?, ¿ no es acaso lo que incomoda; lo que conmueve, o, como diría el viejo Artaud, conmociona?... En la facultad, vimos, sobre el último trimestre del año, algunas nociones sobre Estética, donde se decía que el concepto estético ligado a lo bello era un concepto antiguo, que lo estético está necesariamente ligado a lo ético, o sea, al comportamiento humano, a las ideas morales, y que en un sentido profundo, dichas ideas están siempre enmarcadas en un contexto histórico, y como, a su vez, los hechos históricos no siempre son felices, más bien, tienden a ser dolorosos para que queden en el recuerdo y muevan a la reflexión de la humanidad, entonces, se concibe, sobre todo, en los últimos tiempos, una estética de lo “feo”, o sea, de lo que busca expresar lo duro, doloroso de la vida, para mover a la reflexión, para sacudir… En ese sentido, la literatura, es esa función específica que tiende a incomodar, a agregar un plus semántico al texto, que lo saca de su mera función expresiva…
Todo este razonamiento, es obvio que, busca justificar mi actitud, sin embargo, por alguna razón que, acaso puede tener que ver con cierto sentimiento de culpa, no me llega a conformar a mí, internamente… Siento que mis hijos merecen que hable de ellos, que los valore y resalte sus virtudes, sus rasgos positivos, su bondad y paciencia para conmigo, porque se lo merecen, aunque quizá esto suponga un ejercicio que carezca de valor literario; aunque no todos ellos hayan podido hasta ahora obtener logros demasiado concretos. El mayor, criado en gran medida por mi madre ya que yo trabajaba muchas horas y además estudiaba, al haber recibido una educación fuertemente influenciada por la exigencia y la disciplina, como la mía y la de mi hermana, ha sido un alumno excelente, aún hoy, en la facultad, donde está a punto de recibirse de Licenciado en Composición musical, carrera que, de hecho, le ha facilitado ahondar en su veta creativa, con resultados en los que, realmente, se puede apreciar su gran talento; además, practicó karate durante mucho tiempo, llegando a recibir el cinturón marrón… Tiene además una gran lucidez y rapidez mental para componer, es decir, escribir sus ideas musicales, en una partitura, yo lo admiro, por eso, profundamente… A mí, en cambio, me cuesta mucho trasladar las ideas al pentagrama, tardo horas en transcribir una frase que a él le lleva sólo minutos… Mi hija, la única hija mujer, es también muy inteligente y aplicada en la escuela, ya ha tenido también algunos logros, tanto en el idioma francés como en el inglés, y está terminando el colegio secundario sin llevarse materias, lo que hoy en día, es un logro mucho más notable que en épocas pasadas… Esto me recuerda la conversación que mantuve ayer con Ali y su hijo, pero luego vuelvo sobre esto, no quiero dejar de hablar primero de mi hijo menor. Siempre fue especial, o movió en mí sentimientos que acaso los otros dos no llegaron a mover, por varias razones, en primer lugar, porque con los otros dos, yo siempre trabajé, es decir que, al menos, en parte, tuve que delegar su cuidado a otras personas, a mi madre, mi suegra… En cambio el menor fue criado enteramente por mí, ya que yo había dejado de trabajar en relación de dependencia, sólo me limitaba a dar clases de apoyo escolar en casa. Además, el, ni bien nació, tuvo algunos problemitas de salud que hicieron que yo tuviera que dispensarle un cuidado más personalizado que a los otros. El caso es que siempre fue muy amoroso, bueno y apegado conmigo, pero irritable y bastante intolerante para con todo lo que implicara cierta exigencia para con él. El problema mayor comenzó con la escuela. Aunque fue bastante dócil en salita de tres años de jardín de infantes, ya en salita de cuatro y en pre escolar, todo fue mucho más duro. Luego vino la educación primaria, siempre con algunas dificultades, sobre todo a partir de quinto año. Sin embargo, con mi ayuda las fue sorteando. Terminó séptimo año con lo justo y llegó el momento de pasar al siguiente nivel, el secundario. Repitió primer año, ya que a mitad del año pasado dejó de preocuparse en intentar siquiera estudiar algo, o entender los razonamientos matemáticos. Este año, aunque, sorteando algunas dificultades, entre las que se incluía, por ejemplo, la admisión en el colegio por segunda vez, aun así lo intentó, pero fue en vano, la experiencia resultó peor que la anterior. Lisa y llanamente, abandonó los estudios. Esto me preocupa un poco o, más bien, me genera culpa, ya que siento que no lo incentivé lo suficiente, pero, por otro lado, me pongo a pensar de que ya tiene catorce años y no puedo seguir estándole encima, asumiendo sus responsabilidades, hacerle yo las tareas, para que después termine entregando los exámenes en blanco o no haciéndose cargo de nada. Entonces le di a elegir. Le dije que no quería que siguiera perdiendo el tiempo de esa manera, sentado sin hacer nada en la escuela, o en la calle, mientras yo creía que estaba en la escuela. Prefiero que esté en casa y no, en la calle, le dije a él y luego, a mi marido. Así fue, hoy está en casa, sí, pero, se la pasa, la mayor parte del tiempo, en Internet, aunque me consta que transcurre mucho tiempo navegando e interactuando en páginas de arte norteamericanas, cosa que no veo tan mal… El resto del tiempo, salvo, cuando se dispone a ayudarme en alguna tarea hogareña o se cocina para él, ya que se ha vuelto, desde hace un tiempo, vegetariano; mira televisión, quiero decir que, jamás, o muy rara vez lee algo. De todos modos, estamos mi marido y yo, indagando sobre las actividades que le gustaría estudiar o perfeccionar, con miras de anotarlo, el año que viene, en algún curso de capacitación. En cuanto a la parte humana, aunque sigue siendo bastante gruñón conmigo, bastante reacio, además, a obedecerme o darme alguna muestra de afecto, es muy compañero, es bueno, conversa a menudo conmigo o mi madre y de ese modo despliega su faceta más amorosa o familiar.
Vuelve de modo recurrente el recuerdo de la conversación con esa gente, esta vez, relacionada con el tema de los oficios. El hijo de Ali me contaba que él también había dejado el secundario y estaba haciendo el EMPA (escuela de enseñanza media para adultos), porque su meta era la de ser músico,como su padre, y que, un amigo de él, lo había abandonado también pero, en cambio, había hecho un curso de diseño gráfico y gracias a él, enseguida había conseguido laburo como diagramador de un medio gráfico. Esto me dio cierta tranquilidad. Yo le contaba que mi hijo menor tiene especiales cualidades en esa área, gran facilidad para el manejo de programas que yo nunca, hasta ahora, fui capaz de aprender a usar. El entonces, me animaba a que yo buscara incentivarlo por ese lado, para que el tuviera una salida laboral rápida. Consejo que pienso tomar, dicho sea, de paso.
Volviendo a aquella conversación, justamente, en relación con esto, poco antes, habíamos hablado, todos, sobre lo difícil que resulta que un joven hoy termine el nivel medio. Ali, entonces, manifestaba que esto ocurre, en parte, debido a cierta reticencia, de nuestra parte, para con la imposición de límites fuertes a nuestros hijos. Yo estuve de acuerdo con esa idea. Agregué que asumo mi responsabilidad de no haberle exigido a mi hijo menor, lo suficiente. Ambas concordamos con que venimos de ámbitos familiares y educativos, regidos, en cambio, o paradójicamente hablando, por la sobre exigencia. Como sea, al parecer, lo que hace falta es lograr un equilibrio en ese sentido, es decir, sin caer en el autoritarismo, debemos, los padres de hoy, ponernos un poco más fuertes y seguros a la hora de impartirles pautas educativas a nuestros hijos, y regir sus conductas. Pero también se tocó el tema de la discordancia entre el modo cómo se imparten los contenidos educativos a nivel institucional y las expectativas de los chicos de hoy, quienes, básicamente se expresan y realizan todos los procesos cognitivos, a través de lenguajes visuales, que la escuela de hoy, desconoce o apenas logra incorporar, y de vez en cuando, a través de una o dos materias, como informática o formación ética, en la que, a veces, se proyecta alguna película y se la discute. Fuera de esto, lo demás se sigue gestando y ocurriendo como en la época en que estudiábamos nosotros, con la desventaja de que, encima, donde se han corrido o desdibujado los límites es en los mecanismos correctivos de la conducta estudiantil, o en el nivel de exigencia en los rendimientos. Todo esto, lejos de ser una estrategia favorable para acercarse como docentes a las expectativas de los jóvenes, sólo ha contribuido a empobrecer el nivel académico de la educación secundaria, todo lo cual, ahonda aún más la brecha entre ésta y la universidad.
Desde ya que este panorama no muy alentador, merece un debate más extenso y profundo. No es mi voluntad, aquí, realizarlo, en primer lugar, porque no es ese el propósito de este trabajo, en segundo lugar, porque soy apenas una libre pensadora que ha cumplido algunas funciones en la docencia, pero nunca, hasta ahora, al menos, ha trabajado en colegios secundarios.
Si quiero resaltar lo positivo de todo el momento, donde hubo un diálogo cálido, sincero, distendido, entre todos: Ali, su hijo, Ana, en lo que podía intervenir; todo lo cual, me permitió descartar mis dudas sobre si podía haber algún conflicto entre Ali y yo, o si a ella le pasaría algo conmigo. Dicho encuentro quedó coronado por los besos y abrazos de Ana que a mí me llenaron de felicidad. Estuve después en lo de mi madre, donde en cambio, la energía cambió para mal. Allí tratamos un asunto que, si bien, considero de poca monta, de todos modos, aún hoy me preocupa. La madre del dueño del instituto de la localidad vecina sigue insistiendo con que yo tengo una deuda monetaria con ella, sin entender, sin mostrar ninguna disposición, incluso, a entender que, las condiciones cambiaron rotundamente, y que soy yo la que podría demandarla a ella por estafa; a ella, a mi cuñado e incluso, a mi hermana. Si no lo hago es, básicamente, por ésta, mi hermana, porque, a pesar de todo lo que me viene perjudicando hasta hoy, no puedo evitar amarla y desearle lo mejor. No me voy a poner a explicar, aquí, el tema, porque, no sólo, es irrelevante, sino que, es largo de explicar. Merecería un capítulo aparte. A lo mejor, se lo conceda más adelante… Hoy, no. Prosigo. Decía que, el encuentro con mi madre y mi hermana cambió mi energía, sin embargo, no me dejé abatir, no permití que la desagradable conversación , colmada de advertencias o más bien, de amenazas, influyera para interrumpir mi propósito, que era seguir distribuyendo las invitaciones para el acto. Así fue que di con Marga, a quien no veía, hacía más de dos años. La encontré bastante mal de salud. Desde que murió su madre, la pobre no ha podido asumir ni la pérdida, ni el sentimiento de culpa que le provoca, no haberle tenido la paciencia que, supuestamente, merecía su madre que se le dispensara, en vida, en los últimos tiempos, cuando ella y su hermano la cuidaban. Ni el psiquiatra aún le ha podido hacer entender que los cuidados eran demasiado intensivos, que ellos, su hermano y ella, hicieron lo humanamente posible, teniendo en cuenta sus propias edades avanzadas, sus propias responsabilidades familiares, la relación afectiva que los unía a ella. El caso es que, viene arrastrando una especie de mal de Parkinson que los neurólogos no pueden dilucidar muy bien, y está siendo tratada por psiquiatra, psicólogo, neurólogo, kinesiólogo; además ya casi no puede salir a la calle porque apenas se mueve, se marea y tiene miedo de caerse, de hecho, se ha caído once veces en los últimos tiempos. Conmigo conversó un montón, sobre todo eso y más… Espero que la hija la lleve al acto. Muy simpática y solícita, se comprometió a que así sería… El destino final fue la casa de Ester. Con sus más de noventa años, aún está viva, pero sufriendo acaso la peor de las condenas: haber sobrevivido a dos hijos; encerrada, con depresión. Desde ya que, no sólo no hablé con ella directamente, sino que, no hubiera querido hacerlo. Habría sido experimentar demasiada intensidad emocional en un mismo día. En cambio, le entregué la carta de invitación a una de las nietas, quien, también se comprometió en tratar de ir al acto…
Ya en mi casa, comencé a reflexionar y a ver toda esta serie de encuentros, como gestos de afecto, tanto, recibidos, como dispensados, lo cual, me conmovió. Incluso, el de mi hermana misma, quien, en un momento de la discusión, en la que yo reproché que a mí nadie me quiere, que ninguno de ellos, mis familiares más directos, parece velar por mí o ponerse a mi favor en los conflictos; me abrazó y me profirió besos por toda la cara, de un modo muy similar a cómo lo había hecho Ana.
Es por esto que, no quise, dejar pasar por alto nada sin narrarlo de algún modo, al menos, éste, el de la revalorización…