sábado, 18 de febrero de 2012

Arcángel Rafael - capítulo XV

Mis ojos apenas habían logrado abrirse. Los párpados no llegaban a alzarse para caer otra vez, pesadamente. Por más que intentara mantenerlos despiertos, se negaban.
Vengo padeciendo un cansancio extremo desde hace unos días, por más que busque dormir un poco más, eso no contribuye a mejorar mi vitalidad. Por el contrario, parece que más horas duermo, peor es. Me cuesta aún más levantarme.
Esa mañana, aunque sabía que tenía que hacerlo, no me había despertado completamente. Estaba, como se dice, en estado Alfa, es decir, en estado intermedio de sueño. Cuando creía que me encontraba en condiciones de levantarme, mi cuerpo empezó a alivianarse y entonces, el cuarto, de golpe, se vio cubierto de un manto lumínico de un color verde bastante más claro que el de la esmeralda, un tono intermedio entre el verde manzana, y el turquesa suave, como el de los tonos pastel. No se trataba de una tonalidad compacta, más bien era translúcida, sí, yo alcanzaba a divisar perfectamente todo el ambiente, me veía a mí misma en la cama, como si estuviera despierta. En eso diviso la silueta de un ser alado, también, en ese mismo tono verde indeciso entre el de la manzana, la fronda de los árboles, y el pastel de las acuarelas. No sabría decir si lo vi en tamaño natural o quizá, un poco más pequeño, como el de un ser elemental. Estaba, eso sí, de perfil y no me miraba, antes bien, se mantenía inerte. Tampoco llegaba a ser corpóreo, su silueta era transparente, como la de un holograma. En eso, una voz, posiblemente femenina, me decía: “Estamos ante la presencia del Arcángel Rafael, es tiempo de hacer tu petición para el día de hoy”. Yo sólo atiné a decir con mi pensamiento, con total sosiego y seguridad: “pido salud y vitalidad para todos mis seres queridos”. Dicho esto, me desperté, con una sensación extraña, pero, de gran tranquilidad, aunque no llegué, aun así a sentir alguna emoción intensa reconocible. Más bien, como decía, era serenidad, confianza, certeza acerca de la verdad de todo aquello. En ningún momento dudé de que no fuera un sueño. Aún hoy sé, estoy plenamente segura de que no lo fue. Sé que, por el contrario, se trató de una visión, de hecho, pude experimentar algo muy similar, años atrás, una noche en que había bebido en exceso y también estaba ingresando en ese estado intermedio de sueño. Bien entrada la madrugada, en ese entonces sentí una ráfaga muy cerca de mí, como un batir de alas, aunque el movimiento, la experiencia en sí, aquella vez, había sido brusca. Yo también me veía en mi cuarto, acostada. Percibí entonces la presencia de una entidad, de una forma inmaterial transparente, aunque un poco más grande que la anterior, y de un color azul intenso, oscuro, azul marino, su irrupción fue contundente y no habló, aunque quizá, sí, pero la voz que oía no parecía provenir de él sino, del fondo de la habitación. Se apareció de frente – instante en el que pude notar que portaba una armadura en su cuerpo, o algo similar- luego volteó y, con su brazo derecho hizo un movimiento que permitió el despliegue de unas alas enormes, del mismo color. De inmediato, la voz que se escuchó, más grave que la anterior, con carácter fuertemente imperativo, dijo: “es hora de que dejes de lado los excesos y seas consciente de lo valiosa que es tu vida”.
Desde entonces fui dejando de lado todos los excesos. A lo sumo tomo un poco de vino o cerveza por las noches, pero, nunca más, en las cantidades que antes consumía.
Analizando ambas experiencias llego a la conclusión de que tuvieron lugar en momentos críticos o al menos categóricos de mi vida. La primera de ellas, en una época en la que, ciertamente tomaba en exceso, poniendo en riesgo mi vitalidad. Esta última, en cambio, la veo como un anuncio. Lo que tenía para anunciar no tenía que ver precisamente conmigo, ya que, si bien, con algunas secuelas un tanto traumáticas, vengo superando bastante bien mi dolencia. Aunque, en esos días no le hallaba la clave, con el correr de los meses – que no fueron muchos, apenas dos o tres – me di cuenta de que me alertó sobre la gravedad del estado de salud de EL, el músico de mi alma. Así siento que era de grande, de íntima, nuestra conexión. A propósito, desde que su alma se elevó, la dolencia de mi hombro desapareció…

"El alba disuelve los monstruos"* - capítulo XIV

Desde que siento que me faltas más de la cuenta, y no sé por qué me pasa, si porque intuyo que me estás olvidando o que me estás recordando más, desde que vengo recibiendo esos golpes de teléfono intrigantes, enigmáticos; desde que tuve, otra vez, noticias tuyas, mis noches se llenaron de recuerdos, a veces, buenos, otras, magros o colmados de rencor. Es en las noches de malos recuerdos cuando vienen los monstruos que sólo el alba logra disolver. Monstruos negros, grises, monstruos, a veces, celestiales porque tienen alas, aunque, de acero y portan armaduras y espadas; otros monstruos son sensuales, visten de negro y me llaman como si supieran que no puedo negarme a sus requerimientos. De vez en cuando, los monstruos son blanquecinos y me recuerdan que soy ese ser, no, otro, ese que está ahí al nacer, al morir, al sumirse en sí mismo para asimilar lo que va ocurriendo en la vida, y nos va, necesariamente, modificando, como el paso del tiempo va dejando su estigma a través de los pequeños pero perceptibles deterioros del cuerpo…
Sólo el día logra ahuyentarlos, sólo el alba me rescata de ellos y entonces vuelven los recuerdos acerca de la forma que adopté en esta vida, y de los compromisos que asumí y debo cumplir, esos que me unen a lo otro y le dan sentido a mi existencia – al mejor modo Sartreano…
(*)(título de un poema de Paul Eluard)



I) Una parte de mí se sorprende
como puede ensaya su mejor color
una sonrisa, una alegría superficial
una camaradería muchas veces excesiva,
- debe auto convencerse de que es mejor así -
pero la otra, la que va por dentro
apenas puede moverse
llora sin lágrimas o con lágrimas muertas
se resecan en los ojos antes de salir,
algunas se agolpan y forcejean
en procura de escapar de su prisión,
una, la pequeña, resbala – casi imperceptible -
sobre la sábana despintada de mi mejilla,
rompe la angustia así
y todo pasa … pasó
como una simple ráfaga
en el ocaso rojizo de este amor secreto …

II) Debería, pero…
no sé, me cuesta
la felicidad sólo es un suspiro breve
casi un soplido.
Luego todo cae sobre su propio peso
y el temor atrae lo temido.
No puedo no viene
no logro poner luz a mis días
las dudas se acrecientan y apagan la sed
ese deseo innegable y a la vez
corrosivo hasta el tuétano
¿verdadero?, sí, en el punto donde más duele
me duele sentir esto que se enmaraña
en mi adentro
tratando de vencerme.
Me duele perder
porque en este caso equivale a perderme
y yo quiero encontrarme
pero el desapego es aún más doloroso
más llano.
No soporto el pensamiento oliendo a pelo
a ciénaga a rancio, manía de pieles en contacto
invadiendo el vacío el silencio …
Por fuera todo es bueno
casi ajeno
pero apenas me repliego y otra vez adentro
la explosión obsesiva de ese juego
ir venir a ningún lado
entonces no hay Cristo, ni ángel, ni árbol
o verso que pueda traer paz
abonar el terreno.
Dicen que siempre habrá luz
pero no sé dónde o cómo
estando así sin él con él al mismo tiempo
como un perverso verdugo que espera
en la horca …

San Lorenzo – diciembre de 2006/ junio de 2008