jueves, 26 de enero de 2012

capítulo XIII : sobre médicos y otras yerbas

I)
No supo, o no pudo. Quiso pero, a lo mejor, exageró. No previó que, alejarse de aquellas cosas que más amaba – la música, la poesía, el dibujo – le acarrearía problemas de salud. Eran un modo de canalizar su energía hacia aquello que ella siente que la conecta con lo verdadero, le da un sentido trascendente a su vida, más allá de sus preocupaciones o responsabilidades cotidianas.
Esta enfermedad que no conocía, y decir esto equivale a no saber con precisión cuáles podían ser sus consecuencias, si se trataba de un tipo de cáncer o qué, en aquellos tiempos la tenía, en verdad, muy preocupada, en sí por el tipo de dolencia pero, además, por los trastornos que le acarrearía en términos de estudios, consultas, etc. Y aquí vino lo interesante del asunto, una interconsulta con un médico especialista en este tipo de cosas que, la tenía, francamente, obsesionada. Era una mezcla de rechazo, desconfianza pero, también, atracción, lo que, entonces la mantenía en vilo.
En aquella ocasión, un miércoles por la mañana - lluvia torrencial, espera interminable, el hombre, debido a esto, demoró bastante en llegar - algo en él ejercía en ella cierto magnetismo, su mirada, su modo de tratarla, amable pero un tanto rudo, el modo en que, de inmediato, incorporó en la escena a su marido, acaso, debido a la gravedad del cuadro o porque sintió cierta turbación mientras ella hablaba intentando expresar los síntomas de su dolencia. Intriga, curiosidad… eso es, probablemente, mutuo sería ese sentimiento.
Ese mismo día no logró procesar nada más que preocupación y algo de miedo pero, con el correr de los días, los recuerdos sumados a su alto poder de intuición, comenzaron a revelarle datos tanto de ella como de él que se negaba a admitir en un primer momento – después de todo, últimamente, esos eran los mecanismos con los que lograba salir airosa de las situaciones, o superar la ansiedad o el dolor de verse cada día más alejada de aquellas personas o cosas del mundo artístico; así que no le resultó raro, al contrario, consideró que era lo mejor en este caso.
La tenía un tanto perpleja su mirada, penetrante, un tanto agresiva pero, para nada, desdeñosa. Algunas expresiones se filtraban también, esa actitud, por ejemplo, de alternar todo el tiempo, el trato formal con un tuteo que, se notaba que no buscaba menospreciarla, sino que surgía de un modo natural. Se dio cuenta además, con el correr de los días, que ella también lo habría mirado un poco más de la cuenta, hasta le habría coqueteado levemente.
Detiene su escritura y ese acto es suficiente para que, de golpe, se detenga todo este delirio y se quede enfrentándose sólo con sus miedos, a los que disfraza de ansiedad o de deseo sexual, quizá para escaparles o negarlos. Como siempre hizo con todas las situaciones negativas de su vida. Sólo se trata de vivir, o de sobrevivir, piensa…
II)¡Eureka!, al fin, lo que creía una obsesión era, en realidad, una especie de pálpito, una intuición, sí. Las ensoñaciones no habían sido el resultado sólo de su imaginación, eran, en realidad, recuerdos. Su cuerpo, el olor de su piel. Por fin recordó todo y esto le trajo cierta paz, al principio, pero después, cierta vergüenza. Hasta su nombre, sí, Guirao, así se llamaba. Todo sucedió una noche de hacía muchos años ya, una sola noche, en un boliche de Flores, cerca de las tres o cuatro de la mañana. Fue tan intenso e inusual que, de vez en cuando, rememora lo ocurrido con total precisión, como también, la amargura que sintió al advertir aquel acto fallido de haberle dado un número de teléfono incorrecto, cuando él se lo pidió para concertar un nuevo encuentro.
III) Mas lo analiza, más se va dibujando el croquis exacto de los hechos de aquella entrevista. Aquella inquietud suya quizá no haya sido más que cierta reacción al reconocerla, a juzgar, por ejemplo, por el modo en que remarcó que al día siguiente debía realizar una cirugía en Buenos Aires, o, como antes se dijo, la forma en que combinaba ese tuteo en el trato formal, casi todo el tiempo.
Pudo haber sido él quien, con el correr de las horas, estuvo pensando en ella y recordando los momentos de intimidad de aquella remota noche de hace más de veinte años, transmitiéndole de ese modo, el recuerdo que a ella se le reveló recién, desde hacía un par de días. No está mal, nada mal, incluso, el panorama se presenta mejor que, en un primer momento, pensó, porque agrega confianza para ponerse en sus manos al momento de la cirugía.
Después de todo, fue tan intensa y natural la conexión que hubo esa noche sin miedos, sin compromisos, con una total y rotunda libertad. Este descubrimiento fue un soplo de aire fresco, le ayudó a recobrar el ánimo, la alegría, la esperanza de vivir, qué poco, ¿no? Y cuánto, al mismo tiempo, se trata de comprender que, llegado el momento, estaría en buenas manos, más allá de saber, estar informada o no, sobre las supuestas cualidades médicas del sujeto, porque pudo recordar con una certeza casi alarmante su franqueza, su honestidad, el modo de presentarse aquella noche, sin ocultamientos, con nombre y apellido, esos mismos que entonces descubrió que, no por nada, le habían resultado familiares…
IV) Así fue. Su intuición no falló. Realmente dio con los profesionales adecuados, digo los, porque terminaron siendo dos. La primera cirugía que se practicó con el objeto de extraer una parte de la malformación para ser analizada, resultó en un cambio de lo pronosticado: ya no se trataba de un papiloma invertido, perfectamente extraíble sólo por medio de una cirugía endoscópica. Como decía antes, era un carcinoma y, como no se sabía si apoyaba sobre el maxilar o sólo abarcaba la mejilla, fue necesario dar intervención al otro profesional, aún más prestigioso que Guirao, el doctor Dr. Pasqueni, médico cirujano, especialista en cabeza y cuello, además de ser otorrinolaringólogo y haber ejercido un cargo jerárquico en el área de medicina forense, un hombre taciturno, bastante retraído, de pocas palabras. Claro que esto no lo privó de haber hecho de las suyas, histeriqueando con ella tanto como Guirao o los otros médicos, los de la terapia radiante, el Dr. Pio, en especial. Y a ella, dar lugar a que estas situaciones se generasen…
Analizando todo esto a la distancia, después de casi cinco años de ocurrido, advierte que contribuyó de algún modo a endulzar, a alivianar aquellos momentos tan traumáticos. Cualquier otra persona, una persona “normal”, enseguida hubiera inclinado la balanza hacia lo negativo, enfocándose en la afección, por ejemplo, en lo duro del tratamiento, en lo pesado que resultaban los controles médicos efectuados, al principio, cada tres meses. Ella, en cambio, no. “Para variar”, no tuvo mejor idea que la de estar de algún modo provocando mínimas situaciones un tanto mórbidas a nivel sexual con cada uno de los médicos que la asistieron. Conste que no se lo propuso, digo, no lo hacía al principio, de un modo deliberado, no. Las situaciones se iban dando y ella, en lugar de cortarlas por lo sano, o de reprimirse, les daba rienda suelta, aunque, siempre, dentro de cierto límite, aquel que garantizara no estar, lisa y llanamente, incurriendo en hechos concretos de infidelidad…
Infidelidad. Sería deshonesto de su parte, hasta injusto, no admitir que la mayor parte de la relación con su marido, estuvo salpicada de actos de infidelidad de todo tipo, salvo, el concreto, es decir, el de transgredir la intención para pasar a la acción. Sin embargo, para ella, no deja todo aquello de ser infidelidad. No son para ella simples fantasías. Las fantasías, son, como su nombre lo indica, situaciones o contactos imaginarios, es decir, no ocurre, en la realidad, nada, o, a lo sumo, simples miradas a la distancia, como, por ejemplo, lo que siempre le pasó con el músico, lo demás, sus sentimientos hacia él, aunque son ciertos, lo son en otro plano, digamos, espiritual e interno. En cambio, en estos casos de jueguitos histéricos con los médicos, pero antes, con algún que otro colega, o con cualquiera, casos todos que incluyen gestos, aunque mínimos, pero, gestos al fin, gestos que encierran intenciones compartidas; ya hay infidelidad, sí… Una infidelidad que, si fuera a la inversa, es decir, si viniera del lado de su esposo, no la perdonaría. Por mucho menos que eso, se ha encontrado varias veces haciéndole cuestiones a su esposo, por el simple hecho de haberlo pescado mirando más de la cuenta a alguien, o coqueteando apenas con alguna chica.
Se pregunta si estar confesando este tipo de cosas, estar rozando este terreno de las relaciones humanas, es el producto de sentirse de algún modo culpable, tanto por sus infidelidades a medio concretar, como por ciertas actitudes de su esposo. Es posible que estos hechos sean normales entre parejas o matrimonios que llevan más de veinte años de convivencia, pero no por ello, dejan de ser para ella, internamente, inaceptables, de provocarles algún ruido en su alma. No es por querer moralizar su vida pero… En algún punto su espíritu dijo, basta, ya no más. Hace mucho tiempo , más precisamente, desde que tuvo ocasión de acercarse a la metafísica cristiana, primero, por medio de la lectura de los textos sobre historia de la filosofía medieval que debía estudiar en la facultad, luego, tras aceptar una invitación a concurrir a unas reuniones, unas conferencias que se hacen una o dos veces por semana; que decidió aceptar su vida, su situación amorosa, familiar, centrarse en la valoración de lo que tiene, de lo que es su vida, de que está exactamente donde ella ha querido o se ha esforzado por estar. Su casa, su esposo, sus hijos, sus logros, todo, todo, no son más que el resultado de su lucha, de su plan divino, de la ruta que los hechos la han llevado a transitar, por decisión propia. Es posible que algunas decisiones de su juventud, hayan sido erróneas, o tomadas precipitadamente, pero, aunque hicieron que su vida se complicase, todo se conjugó para terminar saliendo airosa. Hoy por hoy tiene tres hijos, dos de ellos, viviendo con ella, el otro, el mayor, con su madre, pero esto, lejos de generarle culpa, hoy está aceptado, así como compartir la vida con el hombre con quien está, sin dudas, quien más la conoce, la comprende, la contiene…

viernes, 13 de enero de 2012

capítulo XII : "En el consultorio"

El espejo, en ese momento, parecía reflejar la imagen de una certeza, una suerte de pálpito o, acaso, algo, una vivencia que, años atrás, se reiteraba: su rostro un tanto desencajado, reflejando un cansancio que el rímel intentaba disimular, aunque, embadurnado, dejaba entrever las ojeras. Atrás, la imagen de su amante, uno distinto cada vez, según las circunstancias.
Lo único que cambiaba en ese momento, era el lugar, el consultorio, en lugar de un cuarto de hotel; y quien acechaba era su médico; pero la sordidez, la gravedad de las miradas, eran las mismas, el mismo afán, la misma sed. Para colmo, de un modo tan natural como la caída de una llovizna en días cargados de nubarrones. Todo había conspirado para que, otra vez, se encontraran los dos solos, casi sin hablar, así, midiéndose, cotejándose, como animales en celo, sólo que, con el lógico disimulo que requerían los hechos, a saber, primer control post quirúrgico luego de una terapia radiante consistente en nada menos que treinta y tres arduas, terribles sesiones, tras la extracción de un carcinoma pavimentoso de su seno maxilar izquierdo, de dimensiones bastante considerables. La terapia radiante no sólo había sido la correcta, en realidad, era la mínima, de no haber mediado una negativa suya, deberían haberse aplicado otras cinco o seis sesiones más. Con disimulo, decía, para que todo tuviese un sabor más agridulce, más anhelado, como el que se le busca a un vino añejo, como se miden, se saben, los amantes de buena cepa, aquellos que reniegan de lo servido en bandeja.
Hasta ese momento, todo se desenvolvía de un modo absolutamente etéreo, nada o muy poco pasaba a lo físico, algunos pequeños roces, ciertas proximidades un tanto excesivas pero, nada más. A lo mejor, esa fuera, justamente, la dinámica que encerraba esa suerte de acuerdo tácito entre los dos, quién sabe si alguno se fuera a animar a transgredirla, a avanzar hacia algo más concreto. Como fuera, lo importante para ella, en ese momento, era dejar que fluyera, que aquello ingresara en las fibras de su alma, que la iluminara de algún modo, aunque fuera renegrido, voluble, ardiendo de deseo como una casa incendiada. No fuera cosa que la realidad la terminara superando, había que buscar, a toda costa, evadirse de ella, de su gravedad, de aquella rotunda desgracia…

domingo, 1 de enero de 2012

capítulo XI

1- ¡Qué le pasa!, vaya uno a saber… No puedo entender a mi vieja, últimamente está recontra sacada… Hace como cuatro o cinco noches que la noto tremendamente fuera de sí. Durante el día anda más o menos bien, como siempre, bah, aunque, a decir verdad, está un poco más animada que, de costumbre, más atenta con nosotros. Parece interesarse más por lo que nos pasa, incluso, hasta se torna cargosa, taladrándonos con preguntas del tipo de las que suelen hacer las maestras jardineras o las abuelas con nietitos de jardín de infantes… Pero a la noche, se transforma. O se la nota sumamente callada, meditabunda, con el rictus cambiado, los rasgos de su cara, notablemente más pronunciados y la expresión de su rostro, de una gravedad que, la verdad, nos preocupa… O comienza a hablar consigo misma, como si pensara en voz alta. Lo que se llega a comprender de esos balbuceos es, en realidad, muy poco. Creo que habla de lo que le pasa a… ese artista, no me acuerdo como se llama, el que está gravemente enfermo. Pero lo hace de un modo extraño. Parece emitir ciertos conjuros o sacar conclusiones raras, yo no alcanzo a comprender de qué habla en sí, qué es lo que le pasa. En esos momentos, parece desvariar. Si sigue así, me parece que vamos a tener que hacer algo, no sé, presionarla un poco para que vaya a un terapeuta, porque no anda nada bien, mi mamá no anda nada bien …

2- Año nuevo… No sé si, vida nueva;a diferencia de otros años, francamente, no tengo nada demasiado programado para mi vida, siendo que, hasta último momento, me encargué de que así fuera, digo, me empeñé en hacer todo tipo de negociaciones, de tratativas, para garantizarme el trabajo en el instituto, por ejemplo, y un puesto de coordinadora literaria en la institución. Sin embargo, hoy, en este preciso momento, me siento como en el aire, como si todo aquello hubiera quedado atrás, como si hubiera ocurrido en otra instancia, no sé. Todo me parece nuevo, como si este comienzo de año marcara el inicio de algo completamente distinto. Esto, lejos de asustarme, por el contrario me tiene como más animada que, de costumbre. Como si lo único que me importase fuera, en verdad, estar viva, vivir, y, sobre todo, disfrutar tratando de ser feliz. Si hay nuevos proyectos o continuidad de los anteriores, bienvenidos sean. Obvio que, no les voy a andar cerrando la puerta. Pero, siempre y cuando, vengan en armonía, es decir, que no comiencen a aparecer, como siempre, los conflictos, esas piedras que estorban mi bienestar, mi vida, mi felicidad. Pero, aunque no venga nada, de todos modos, me siento particularmente bien, como hacía mucho tiempo no me sentía, como si mi visión de todo lo que me rodea se hubiera renovado o hubiera virado de golpe, mostrándomelo, como si lo viese por primera vez.
Anoche, otra vez exploté de ira, aunque, esa vez, hubo motivos concretos. Fuimos a saludar a mi madre para desearle feliz año nuevo. Bastó con subirnos a la camioneta, con la idea de volver a casa, para que, oh casualidad, la batería se descargara y no pudiéramos hacerla arrancar más. Demás está decir lo que maldije, putee, me enojé. Cayeron en la volteada: mi madre, mi hermana, mi cuñado, hasta mi hijo mayor. Cuando ya llegamos a casa, terminó ligando mi esposo, pobre, porque se quiso ir a dormir enseguida. Entonces yo, totalmente fuera de mí, le empecé a reprochar que él no se quisiese quedar a hacerme compañía, siendo que, a las cinco de la mañana entraba a trabajar y, encima, le iban a hacer control de alcoholemia. Hoy, ni bien me levanté, me sentí realmente muy culpable por mi comportamiento. Hice todas las invocaciones pertinentes y, rápidamente mi ánimo, de nuevo viró para bien…
Pero me había propuesto a mí misma, cuando empecé con esto, que iba a tratar de que no se convirtiera en un diario íntimo, un sitio donde venir a volcar sólo lo que me va pasando en el momento, sino, en una historia, es decir, una narración, por momentos, retrospectiva, aunque no sólo enfocada en el pasado, o al menos, en el pasado remoto. De todos modos, necesito contar algunas cosas, aunque no, sólo, relativas al año que acaba de concluir, sino de una etapa algo anterior, más precisamente ,de la época en que enfermé, yo también, como él ahora, y pude revertir mi cuadro gracias a una total fuerza de voluntad, de coraje, de entereza. Hoy me comparo con esa qué fui por entonces y, la verdad, me da vergüenza verme. Siento que decaí en todos esos valores, es más, que me fui poniendo cada vez más caprichosa, arrogante, pretenciosa, banal, egoísta. Es obvio que aún perdura el aturdimiento por el berrinche que protagonicé anoche. Me pregunto qué fue pasando para llegar a esto, para llegar a este estado de eterno inconformismo. ¿Dónde quedaron todos esos conocimientos de metafísica que antes, tanto bien me hacían y hoy, parece que sólo los traigo a la memoria cuando se trata de pronunciar alguna oración científica, o, cuando necesito resolver algo en concreto, es decir, a los fines puramente pragmáticos. ¿Por qué me embargan esos sentimientos, esas ganas de largar todo e irme al carajo? ¿Por qué me encuentro hablando sola, despotricando contra todo el mundo o diciendo todo el tiempo que me voy a ir, siendo que, durante el día me encuentro bien, es más, todo me parece sólo una especie de pesadilla?, ¿estaré enfermando de la cabeza, tendré algo en el cerebro, o será alguna secuela de ese tratamiento radiante tan prolongado como traumático?
En este punto es, precisamente, donde siento que debo volver un poco hacia atrás, y así lo haré…