viernes, 6 de junio de 2014

CAPITLULO XIX EL OVNI QUE NO FUE


“Esta es la dulce e ilusoria historia del ovni que, acaso fuera cierta navecita venusina tan ansiada, esperada, y terminó, por cierto, tratándose, apenas, de un barrilete iluminado” 11-03-12 – 20 hs. Aprox.
Así iniciaba, o intentaba, en realidad, esbozar el tema a los ponchazos, ya que, últimamente, al haber desaparecido de su vida aquella usina tan formidable, los temas raleaban, escaseaban. Ya no podía, casi, escribir. Le costaba, incluso, ensayar otros formatos más convenientes, tales como, epístolas, gacetillas, crónicas, textos que, otrora, redactaba con total fluidez y, en cambio, en el presente, le resultaba casi imposible.
El tema en cuestión era la sorprendente aparición de un ovni en las inmediaciones del Campo de la Gloria, el domingo pasado, a eso de las ocho de la noche. El calor reinante entonces, era insoportable – treinta y ocho grados – lo que había impulsado a la gente a agolparse en casi todos los lugares al aire libre de la ciudad. Ese predio era, habitualmente, uno de los más concurridos, por ende, no era para sorprenderse que estuviese repleto de gente. Era previsible, además, la reacción de la gente ante cualquier imprevisto, por mínimo que fuese. Visiblemente conmovidos, algunos, otros un tanto aterrados, el caso es que todos comenzaron a acercarse más a la escena y a intentar tomar imágenes de todo tipo: fotos, videos, imágenes de celular.
Ella llegó demasiado tarde al lugar, pero, comprendió, de inmediato, la conmoción de todos, ni bien pudo ver esas imágenes que la gente había tomado, al día siguiente, en el noticiero. Para ser un ovni, se había visto demasiado grande y cercano, al igual que las luces que irradiaba.
A decir verdad, ni bien todo ocurrió, incluso, su propia tardanza para llegar al lugar, se sintió perturbada, un tanto tensa, enojada, también. Le dio bronca que su esposo, caminando a todo lo que le daban sus piernas, la dejara atrás en vano, ya que, una vez allí, no había sido capaz de preguntarle a nadie acerca de qué era lo que estaba pasando. Después, esa bronca cedió su paso a la tensión, a la ansiedad, al asombro. De inmediato vino a su memoria aquel dibujo caricaturesco donde el flaco Spinetta navegaba en una especie de nave espacial tercermundista con un pequeño cartel al pie que decía: “Hecho en Haedo”, en clara referencia a la canción: “El anillo del Capitán Beto”. Aunque su conciencia, su mente, considerara,  un disparate, al fin, la idea que se le acababa de ocurrir, cierto entusiasmo, o tal vez , cierta esperanza, ilusión, cierta fe en su interior le decía lo contrario. ¿Por qué, no? ¿Qué impedía que hubiera sido él, el hombrecito venusino con ganas de hacer una visita por estos pagos, a bordo de aquella nave bizarra hecha  en Haedo? El fragante, flamante, llameante, Capitán Beto, el visionario, el poeta, el iluminado. Después de todo, lo había estado extrañando tanto, por aquellos días próximos al cumpleaños de Rodri, su hijo mayor, que tal vez él se hubiese hecho eco de esos sentimientos y hubiese decidido visitarla.
Pronto la realidad se manifestó, bajó, y, de paso, le bajó todas las expectativas. Como era de esperar, trajo lo suyo, aunque no llegó al punto de desmoronarla. El ovni en cuestión no había sido otra cosa que un “barrilete cósmico”. Usted, potencial lector, se preguntará si acaso esa nomenclatura no debería hacer referencia a algo, un objeto que viniese del espacio exterior. Sin embargo, para su posible y hasta segura decepción, lamento informarle que, no es así. En primer lugar, el término ovni significa objeto volador no identificado, es decir, algo, cualquier cosa que vuele o surque los cielos y no se haya podido identificar aún. O sea que, no necesariamente debe provenir del espacio sideral, puede tratarse de cualquier cosa, desde un avión hasta un fragmento de desecho cósmico, o de un meteorito. Ahora bien, en este caso, el ovni no era más que un barrilete que se lo denomina “cósmico” sólo porque ostenta un pequeño sistema tecnológico que le aporta unas luces poco convencionales, dándole justamente ese aspecto de nave espacial.
Listo, finish out, acabado el misterio, nada de visitantes extraterrestres, menos aún, la visita de ningún “duende curador”(*), no señor, sólo había sido la picardía de algún pelotudo que, evidentemente, no tenía nada mejor que hacer, que lucir aquella porquería tecnológica que se había comprado, asustar bastante a la comunidad dominguera, y, de paso, alimentar en vano, mis viejas, quebrantadas, ilusiones…
(*)metáfora aparecida en la letra de “Canción de amor para Olga” de Luis A. Spinetta, grabada en el álbum “Un mañana”.

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